No olvides compartir ...

ÚNETE A UNO DE NUESTROS GRUPOS DE WHATSAPPpara recibir materiales todos los días, CLICK AQUÍ.

Por: J.C. Ryle

Hay incuestionablemente mucho acerca de esta unión de las dos naturalezas en una persona que no podemos explicar y que debemos conformarnos con creer. Se debe recordar que hay mucho que no podemos comprender en la unión del cuerpo y el alma en nuestras propias personas. Pero hay algunos puntos en cuanto a este asunto de la encarnación de Cristo a los que debemos aferrarnos y que nunca debemos olvidar:

(a) En primer lugar, recordemos con cuidado que, cuando “el Verbo se hizo carne”, fue así por la unión de dos naturalezas perfectas y diferentes en una persona. La forma de esta unión no podemos explicarla, pero debemos creer firmemente en el hecho. “Cristo —dice el credo de Atanasio— es Dios y Hombre. Dios, de la sustancia del Padre, engendrado antes de todos los siglos; y Hombre, de la sustancia de su madre, nacido en el mundo; perfecto Dios y perfecto Hombre. Quien, aunque sea Dios y Hombre, sin embargo, no es dos, sino un solo Cristo; uno, no por conversión de la Divinidad en carne, sino por la asunción de la Humanidad en Dios”. Estas palabras son muy importantes. El Verbo no se hizo carne transformando su naturaleza en otra o abandonando una naturaleza para tomar la otra. En todos nuestros pensamientos acerca de Cristo, cuidémonos de no dividir su persona y de afirmar con fuerza que tiene dos naturalezas diferentes y perfectas. Merece la pena recordar los antiguos renglones latinos sobre esta cuestión, citados por Gomarus. Dice “el Verbo se hizo carne” como si dijera: “Soy lo que era, es decir, Dios; no era lo que soy, es decir, hombre; ahora soy ambas cosas, es decir, tanto Dios como hombre”.

(b) En segundo lugar, cuando “el Verbo se hizo carne”, no cesó ni por un momento de ser Dios. Sin duda le agradó velar su divinidad y esconder su poder, y más especialmente en algunas etapas. Se vació de marcas externas de gloria y fue llamado “el carpintero”. Pero nunca dejó de lado su divinidad. Dios no puede dejar de ser Dios. Vivió siendo Dios-hombre y así sufrió, murió y resucitó. Está escrito que Dios adquirió la Iglesia con su propia sangre. Era la sangre de alguien que no era solo hombre, sino Dios.

(c) En tercer lugar, cuando “el Verbo se hizo carne” se hizo verdadero hombre conforme a nuestra naturaleza, como nosotros en todas las cosas, y desde aquel momento no ha dejado de ser un hombre. Su humanidad no era diferente de la nuestra, y aun glorificada sigue siendo nuestra humanidad. Igual que era un Dios perfecto, también era un hombre perfecto que resistió la tentación, cumplió la Ley a la perfección, soportó la contradicción de los pecadores, invirtió noches en oración, mantuvo su voluntad sujeta a la voluntad del Padre, sufrió, murió y finalmente ascendió al Cielo con su carne, sus huesos y todas las cosas que pertenecían a su naturaleza humana. Está escrito que “debía ser en todo semejante a sus hermanos”. Más aún, no dejó de lado su humanidad cuando dejó el mundo. Aquel que ascendió al monte de los Olivos y está sentado a la diestra de Dios para interceder por los creyentes es alguien que sigue siendo hombre además de Dios. Nuestro Sumo Sacerdote en el Cielo no es solo Dios, sino hombre. La humanidad de Cristo así como la divinidad están ambas en el Cielo. Alguien de nuestra naturaleza, nuestro hermano mayor, ha ido como precursor nuestro a preparar un lugar para nosotros.

(d) Por último, cuando “el Verbo se hizo carne”, no tomó sobre sí carne pecaminosa. Está escrito que fue enviado “en semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3). Pero no debemos ir más lejos que esto. Cristo fue hecho pecado por nosotros (cf. 2 Corintios 5:21). Pero “no conoció pecado” y fue santo, inofensivo, intachable, separado de los pecadores y sin sombra de corrupción. Satanás no encontró nada en Él. La naturaleza humana de Cristo podía ser débil, pero sin pecar. Las palabras del artículo 15 nunca se deben olvidar: Cristo fue “enteramente exento [de pecado], tanto en su carne como en su espíritu”.

Por falta de una clara interpretación de esta unión de dos naturalezas en la persona de Cristo, fueron muchas y grandes las herejías que surgieron en la Iglesia primitiva. Y, sin embargo, Arrowsmith señala que al menos cuatro de estas herejías son refutadas de inmediato con una interpretación correcta de la frase que tenemos ahora delante.

“Los arrianos afirman que Jesucristo no era verdadero Dios. Este texto le llama Verbo y le hace persona de la Trinidad. Los apolinaristas reconocen a Cristo como Dios, sí, y también como hombre; pero afirman que solo tomó el cuerpo humano, no el alma de un hombre, mientras que su divinidad ocupaba el espacio del alma. Nosotros interpretamos la palabra “carne” como algo que se refiere a toda la naturaleza humana, tanto al cuerpo como al alma.

Los nestorianos conceden que Cristo es tanto Dios como hombre; pero después dicen que la Deidad constituye una persona y la humanidad otra. Nosotros interpretamos que las palabras “fue hecho” implican una unión en la que Cristo asumió no la persona de un hombre, sino la naturaleza del hombre.

Los seguidores de Eutiques solo ven una persona en Cristo; pero después confunden las naturalezas. Dicen que la Deidad y la humanidad se mezclaron de tal manera que produjeron una tercera cosa. En cuanto a esto también se les puede refutar con una correcta interpretación de la unión entre el Verbo y la carne”.

Después continúa mostrando cómo la Iglesia antigua se enfrentó a todas estas herejías con cuatro adverbios que definen breve y convenientemente la unión de las dos naturalezas en la persona de Cristo. Dijeron que las naturalezas divina y humana cuando “el Verbo se hizo carne” se unieron verdaderamente (en oposición a los arrianos), perfectamente (en oposición a los apolinaristas), indivisiblemente (en oposición a los nestorianos) y sin mezcla (en oposición a los seguidores de Eutiques).

Fragmento extraído de «Meditaciones sobre los evangelios: Juan»

*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo. Foto de Edgar Martínez.


Puedes seguirnos en WhatsAppFacebookTelegram Youtube. También puede suscribirse a nuestro boletín por correo electrónico.


No olvides compartir ...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× Recibe nuestros artículos