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Por: J.C. Ryle

Leer Mateo 31 – 46

Cómo se hará el Juicio en el día final. Leemos aquí varios detalles sobresalientes, a este respecto; veamos cuáles son.

El Juicio Final será un juicio basado en la evidencia. Las obras de los hombres serán los testigos a los que se llamará a prestar declaración, y en particular sus obras caritativas. La cuestión a determinar no será simplemente lo que dijimos, sino lo que hicimos; no simplemente lo que profesamos, sino lo que practicamos. Nuestras obras, por supuesto, no nos justificarán: somos justificados “por fe sin las obras de la Ley” (Romanos 3:28); pero la autenticidad de nuestra fe será probada por nuestras vidas. La fe, por sí misma, si no tiene obras, es una fe muerta (Santiago 2:17).

El Juicio Final será un juicio que traerá consigo gozo para todos los verdaderos creyentes. Escucharán esas preciosas palabras: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino”; su Señor los reclamará como suyos y los confesará delante de su Padre y de los santos ángeles; descubrirán que el pago que Él da a sus siervos fieles es nada menos que “un reino”. ¡Aun el más bajo, humilde y pobre de la familia de Dios recibirá una corona de gloria, y será un rey!

El Juicio Final será un juicio que traerá consigo perturbación para todos los inconversos. Escucharán esas terribles palabras: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”; la gran Cabeza de la Iglesia revelará que no son suyos delante de la congregación de todo el mundo; descubrirán que puesto que “sembraron para su carne, de la carne habrán de segar corrupción” (Gálatas 6:8). No quisieron escuchar a Cristo, cuando les dijo: “Venid a mí, y yo os haré descansar”, así que tendrán que oírle decir: “Apartaos de mí, al fuego eterno”; no quisieron cargar con su Cruz, así que no podrán tener un lugar en su Reino.

El Juicio Final será un juicio que sacará a la luz el carácter tanto de los perdidos como de los salvos. Los que estén a su mano derecha, las ovejas de Cristo, seguirán estando revestidos de humildad (cf. 1 Pedro 5:5); se maravillarán al ver aun una de sus obras declarada públicamente y elogiada. Los que estén a su mano izquierda, los que no pertenecen a Cristo, seguirán estando ciegos y confiados en su propia justicia. No serán conscientes de haber desechado a Cristo: “Señor —le dirán—, ¿cuándo te vimos, y no te servimos?”. Que este pensamiento llegue bien hondo en nuestros corazones. El carácter que se posea en la Tierra será una posesión eterna en el mundo venidero: los hombres resucitarán con el mismo corazón con el que mueran.

*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo.


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