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Por: J.C. Ryle.

La situación actual de mezcolanza no durará eternamente: al final se habrán de dividir el trigo y la cizaña. El Señor Jesús “enviará a sus ángeles” en el día de su Segunda Venida, los cuales recogerán a todos los que profesan ser cristianos en dos grandes grupos. Esos gloriosos segadores no se equivocarán; distinguirán con un juicio infalible entre los justos y los malos, y pondrán a cada uno en su lugar. Los santos y fieles siervos de Cristo recibirán gloria, honra y vida eterna; los mundanos, los impíos, los despreocupados y los inconversos serán “echados en el horno de fuego”.

Hay algo especialmente solemne en esta parte de la parábola. Su significado no admite malinterpretación alguna; nuestro Señor mismo la explica con palabras de singular claridad, como queriendo fijarla muy profundamente en nuestras mentes. Bien puede decir al final: “El que tiene oídos para oír, oiga”.

Que el hombre impío tiemble cuando lea esta parábola; que vea en sus temibles palabras la certeza de su propia condenación, a menos que se arrepienta y se convierta; que sepa que está sembrando sufrimiento para sí mismo si sigue rechazando a Dios; que piense en el hecho de que su fin será ser recogido junto con los “manojos de cizaña” y ser quemado. ¡Sin duda, tal porvenir debería hacer a un hombre pensar! Como con razón dice Baxter: “No debemos malinterpretar la paciencia que Dios tiene con los impíos”.

Que el creyente en Cristo se consuele cuando lea esta parábola; que vea que hay alegría y seguridad preparadas para él en “el día de Jehová, grande y terrible”. La voz del arcángel y la trompeta de Dios no anunciarán ningún terror para él, sino que le llamarán a unirse a lo que durante mucho tiempo deseó ver: una Iglesia perfecta, y una comunión perfecta entre los santos. ¡Qué hermosa será la congregación de todos los creyentes cuando por fin se la separe de los impíos! ¡Qué aspecto tan puro tendrá el trigo en el granero de Dios cuando por fin se le haya quitado la cizaña! ¡Qué brillante será el resplandor de la gracia cuando ya no esté oscurecida por el incesante contacto con los mundanos e inconversos! Los justos no son muy conocidos en este tiempo presente; el mundo no ve ninguna hermosura en ellos, del mismo modo que no la vio en su Maestro. “Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1). Pero un día los justos “resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”. Utilizando las palabras de Matthew Henry: “Su santificación será hecha perfecta, y su justificación será hecha pública”. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4).

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Un comentario en «¿Cuál será el final del trigo y la cizaña? – J. C. Ryle»

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