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Por: Max Lucado

Y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que estaban enfermos. Mateo 14.14

Mateo dice que Jesús «sanó a los que de ellos estaban enfermos». No algunos de los enfermos. No a los justos de entre los enfermos. No a los merecedores de entre los enfermos. Sino «a los enfermos».

Seguramente, entre los muchos miles, había unos cuantos que no merecían gozar de buena salud. La misma divinidad que otorgó a Jesús el poder de curar, también le dio el poder de percibir. Me pregunto si Jesús estuvo tentado a decirle al intolerante: «Vete de aquí y llévate tu arrogancia contigo».

Y Él podía ver no su pasado solamente, sino también su futuro.

Indudablemente, había personas en la multitud que usarían su salud recuperada para herir a otros. Jesús desató lenguas que algún día podían maldecir. Restauró la vista a ojos que luego codiciarían. Sanó manos que matarían.

Cada vez que Jesús sanó, tuvo que pasar por alto el futuro y el pasado.

Algo, dicho sea de paso, que aún hace.

Fuente: En el Ojo de la Tormenta,


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