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Por: J. C. Ryle

Todos los que profesan ser cristianos habrán de rendir cuentas a Dios un día. La parábola nos dice que “después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos”.

A todos nos espera un Juicio. Si no fuera así, nada de lo que dice la Biblia tendría sentido; negarlo no es, sino tergiversar la Escritura. Nos espera un juicio conforme a nuestras obras, cierto, estricto e inevitable. Ya seamos de posición social elevada o baja, ricos o pobres, cultos o incultos, todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios y recibir nuestra sentencia para la eternidad. No habrá escapatoria posible; no habrá donde esconderse. Al final habremos de encontrarnos con Dios cara a cara. Tendremos que rendir cuentas de cada uno de los privilegios que se nos concedieron, y de cada rayo de luz que tuvimos; hallaremos que se nos tratará como a criaturas responsables, y que a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará. Acordémonos de esto cada día de nuestras vidas, y examinémonos a nosotros mismos, para que no seamos condenados por el Señor (cf. 1 Corintios 11:31–32).

Los verdaderos cristianos recibirán una abundante recompensa en aquel gran día en que se arreglen las cuentas. La parábola nos dice que a los siervos que habían utilizado bien el dinero de su señor, se los elogió llamándolos “buenos” y “fieles” y se les dijo que entraran “en el gozo de su Señor”.

Estas palabras rebosan consuelo para todos los creyentes, y bien puede ocurrir que nos llenen de asombro y sorpresa. Aun el mejor de los cristianos es una pobre y débil criatura que necesita la sangre expiatoria todos los días de su vida; pero aun el más bajo y humilde de los creyentes descubrirá un día que se le habrá considerado uno de los siervos de Cristo, y que su trabajo en el Señor no habrá sido en vano. Comprobará, para su asombro, que los ojos de su Señor vieron más hermosura en sus esfuerzos por agradarle de lo que él mismo apreció jamás; descubrirá que todas y cada una de las horas invertidas en el servicio a Cristo, y todas y cada una de las palabras dichas por su causa, se han escrito en un “libro de memoria” (Malaquías 3:16). Que los creyentes recuerden esto y cobren ánimo. Puede que la cruz sea pesada ahora, pero la gloriosa recompensa lo compensará todo. Como bien dice Leighton: “

*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo. 


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