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Por: Charles Stanley

El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 JUAN 2.17

Hoy, recuerde que la definición de Dios del éxito puede ser diferente a los estándares por los cuales se mide usted mismo. Tal vez le hayan enseñado desde muy temprano que el poder, la riqueza, la fama, la posición, la belleza y el conocimiento determinan el valor de una persona. Sin embargo, esta creencia es destructiva: inspira orgullo por las cosas que ha logrado y desesperanza en cuanto a los reveses y las desilusiones que haya experimentado. Esa no es una forma de vivir.

Sin embargo, el Padre no le evalúa de acuerdo a estos estándares defectuosos y temporales. Para Él usted era ya importante, digno de amor y valioso, incluso antes de haber nacido. Esto significa que el éxito no es cuestión de probarse a sí mismo, sino de honrarle a Él y llegar a ser todo aquello para lo cual Dios le creó.

Así que en lugar de perseguir lo que resulta fugaz e insatisfactorio para su autoestima, busque los propósitos eternos de Dios para su vida mediante una relación personal íntima con Él. Considere los retos como viniendo de su mano y glorifíquelo en ellos. Y recuerde que los reveses aquí en la tierra son meramente plataformas para alabar a Dios (2 Corintios 12.9–10). Por lo tanto, confíe en Dios y tenga la seguridad de que los que hacen su voluntad siempre triunfan.

Jesús, ayúdame a hacer tu voluntad en todo a fin de que pueda glorificar tu santo nombre. Amén.


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