Por: J.C. Ryle
Nuestro Señor disipa los ingenuos sueños de sus discípulos diciéndoles que sus seguidores tienen que “tomar su cruz”. El Reino glorioso que esperaban no se iba a instaurar en aquel preciso instante. Tenían que estar preparados para enfrentarse a la persecución y a la aflicción si querían ser sus siervos; tenían que estar dispuestos a “perder sus vidas” si querían salvar sus almas.
Es bueno que todos comprendamos bien este punto. No debemos ignorar que el auténtico cristianismo conlleva una cruz diaria en esta vida, si bien nos ofrece una corona de gloria en la vida venidera. La carne ha de ser crucificada a diario; se ha de resistir al diablo a diario; se ha de vencer al mundo a diario. Hay una guerra que luchar, y una batalla que pelear. Todas estas cosas acompañan inseparablemente a la verdadera religión: sin ellas, no se puede ganar el Cielo. Ningún otro refrán es tan cierto como el viejo dicho: “Sin cruz, no hay corona”. Si no hemos aprendido esto nunca por nuestra propia experiencia, nuestras almas no están en buena forma.
Hola bendiciones que la paz del señor Jesùs, este con cada uno de vosotros
Dios en su palabra no deja saber, en este mundo tendréis aflicciones, pero Yo he vencido al mundo y me he sentado en el trono con mi padre.sonos bendecidos por su palabra y salvos por la muerte de mi Salvador y Señor Cristo Jesús