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Este artículo es parte de la serie Siete consejos publicada originalmente en Crossway.


EL VOLCÁN ENTRA EN ERUPCIÓN

¿Te identificas con el padre que ha dicho y hecho cosas que normalmente él no recomendaría? Mi hijo se portó mal (¡de nuevo!) y de pronto, desde algún lugar muy en lo profundo, erupciona un volcán. Para nada tranquilo.

BAJO LA SUPERFICIE DEL VOLCÁN

Así que explotaste; lo admites. Confiesas tu error a todas las partes involucradas. Te disculpas, pidiendo perdón, y resuelves no volver a ser igual, no volver a hacerlo. Sin embargo, ahí está el problema: la determinación de tu propia naturaleza va a fallar. Necesitamos un poder sobrenatural que nos permita cambiar. Superar la ira requiere algo humanamente imposible, algo sobrenatural. La buena noticia es que Jesús vino e hizo posible la transformación para todos (incluidos padres airados) a fin de ser personas que rindan sus expectativas a Dios en servicio a otros, específicamente a sus hijos.

Cuando los padres recurren a alzar la voz; a ofender; a etiquetar despectivamente al niño (p. ej.: idiota, mocoso); a discutir; a poner los ojos blancos; a decir exasperadamente: «estoy harto»; a los arrebatos fuera de control, y a las explosiones desproporcionadas de acuerdo a la infracción, entonces todos en casa andarán pisando huevos.

Durante mi niñez, por muchos años, viví en una granja lechera. Siempre tuvimos que ser extra cuidadosos cuando nos acercábamos a las ubres de las vacas, porque nunca sabías cuándo podían patearte o golpearte con sus colas. Ser un niño que vive con un padre que tiene problemas de ira puede verse algo así: nunca relajado, sino siempre alerta. Si no practicamos lo que predicamos, tratando a otros con respeto y cuidado, nuestra hipocresía dañará las relaciones, el respeto, la intimidad y el ambiente cálido en el hogar. 

Aunque no toda ira es incorrecta de por sí, aquí estamos hablando de las reacciones desmesuradas y mal concebidas que deshonran a Dios de dos maneras: en primer lugar, las motivaciones inapropiadas del corazón (expectativas egocéntricas) y, en segundo lugar, expresiones externas (golpes, dientes apretados, decibeles elevados, insultos denigrantes). Rara vez nuestra ira expresa el corazón de Dios.

Sí, los niños pueden probar tu paciencia, pero no hay paciencia que no se ponga a prueba. En la cruz, cuando Jesús era malentendido, maltratado y torturado, Él no perdió su tranquilidad erupcionando en ira, sino que manifestó el mismo dominio propio empoderado y disponible para nosotros por el Espíritu.

La ira no surge de la nada. Con la excepción de problemas neurológicos y biológicos, la ira prácticamente siempre es un resultado de las expectativas. Algo ocurre que no esperabas o algo que esperabas no ocurre. Expectativas: cosas que no transcurren según tu agenda o no están a la altura de tu nivel esperado de excelencia en rendimiento. ¿Qué quieres (anhelas) en el momento? ¿Cuáles son tus creencias que excusan tu sobrerreacción?

Nadie puede hacerte enojar. Ellos solo pueden exponer las expectativas que ya tenías. No criamos a nuestros hijos basándonos en su comportamiento, sino en nuestras interpretaciones de su comportamiento, y nuestra interpretación brota de nuestras expectativas. No se trata de controlar tu ira, como si con no enojarte nunca pudieras decir «misión cumplida». Al contrario, el punto es entronizar a Jesús por sobre tus expectativas.

La ira revela los corazones.

El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca (Lucas 6:45).

En algún lugar de nuestros corazones acechan algunos ídolos tenaces.

Los arrebatos de ira demuestran orgullo en quienes somos. La ira desafía el valor de otros al insinuar: «¿¡quién te crees que eres tú para aparentemente hacer caso omiso de quien creo que soy yo!?».

Despertar de nuestra ira puede ser un despertar a nuestra necesidad de Jesús, quien nos salva.

CULTIVA FRUTOS A PARTIR DEL RESIDUO VOLCÁNICO

1. Planifica con anterioridad

Mantener la calma comienza mucho antes del incidente que provoca la ira. El tiempo para abordar tu ira no es cuando ya es demasiado tarde. Antes de que llegue la ira, cede a tus expectativas, muere a ti mismo. Está bien tener expectativas altas, pero no las tengas como un ídolo, porque después ellas te tendrán a ti. No permitas que los estándares se conviertan en exigencias irrazonables. Por ejemplo, es razonable establecer el estándar de no derramar la leche y criar hijos que se unan a ti en el esfuerzo de lograr ese estándar. No obstante, no esperes a que el estándar se alcance de manera impecable. En la crianza de los hijos, es probable que el estándar se encuentre con fallas. Anticípalas y no te dejes llevar por tus emociones cuando ocurran.

2. Reconoce tus erupciones

Confiesa y arrepiéntete —con tu hijo, con tu cónyuge (esto es esperanzador), con tu líder de grupo pequeño o con tu pastor si es que es un patrón habitual—. Somos responsables de nuestros arrebatos. No te excuses. No confíes en tu propio juicio cuando tengas que decidir si la ira es un patrón para ti, pregúntale a quienes te rodean: tu cónyuge, tus hijos. La confesión restaura una medida de lo que se pierde en la erupción volcánica de tu ira. 

3. Pausa

Da un paso hacia atrás, respira profundo. Recopila tus pensamientos. Recuerda que son niños y que  eres el adulto. En cinco años, ¿te importará la leche derramada?

4. Anda a Dios

Pídele ayuda a Dios. La humildad trae belleza a las situaciones desagradables. Pídele que te llene con su Espíritu, porque su Espíritu produce el fruto de paz, paciencia, bondad, amabilidad y dominio propio.

5. Rían juntos

En el momento adecuado, usa el humor y la risa a fin de tener un tiempo divertido también para los demás.

6. Absorbe la Biblia

Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Santiago 1:19-20).

Mejor es el lento para la ira que el poderoso,

Y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad (Proverbios 16:32).

El necio da rienda suelta a su ira,

Pero el sabio la reprime (Proverbios 29:11).

Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía. Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz (Santiago 3:17-18).

7. Da gracias

Es imposible ser agradecido y estar enojado al mismo tiempo. Agradece a Dios por esta oportunidad de progresar en tu santificación.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

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Un comentario en «Siete consejos para mantener tu tranquilidad cuando tus hijos se portan mal»
  1. Excelentes consejos , son de gran ayuda en estos días donde nuestra generación ha sido tan mal influenciada aún en sus mismos lugares de estudio. Bendiciones

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