Por: John Angell James (1785-1859)
Las madres deberían estar, pues, familiarizadas a fondo con la obra que se les ha asignado. No me estoy refiriendo al entrenamiento físico de los niños ni, principalmente, a su cultura intelectual, sino a la educación social, moral y en la fe cristiana. El objetivo de la madre y su deber es la formación del carácter. No debe limitarse a comunicar mero conocimiento, sino hábitos. Su ministerio especial consiste en cultivar el corazón y regular la vida. Su meta, no solo debe ser lo que sus hijos tienen que saber, sino lo que van a ser y a hacer. Debe considerarlos como miembros futuros de la sociedad y cabezas de sus propias familias, pero sobre todo como candidatos para la eternidad. Esto debe adoptarse, repito, como la idea principal, la formación del carácter para ambos mundos… La madre debería mirar a su descendencia con esta idea: “Ese niño tiene que vivir en dos mundos y actuar como parte de ambos. Es mi deber iniciar su educación para ambos y establecer en sus primeros años el fundamento de su carácter y su felicidad para ahora y para la eternidad también. ¿Cuáles deberían ser mis cualificaciones y mis objetivos para semejante tarea?”… ¿Cuáles?
Una profunda reflexión, ciertamente, en la naturaleza transcendental de tu cargo. Ser padre es algo tremendo y, más aún, ser madre y ser responsable de la formación de hombres y mujeres, tanto para ahora como para la eternidad… ¡Mujer! El bienestar de tu hijo, en todo tiempo y en toda la eternidad, también depende mucho de tu conducta hacia él durante el periodo en que está bajo tu influencia, en los primeros años de su ser.
A ti se te encomienda el cuidado del cuerpo del niño; su salud, energía y bienestar dependen mucho de ti para toda su existencia futura en la tierra. ¿Cuáles serían tus sentimientos de emotivo remordimiento si, por cualquier descuido tuyo, ya sea un fallo o un accidente, resultado de tu falta de atención, el pobre bebé se hiciera daño en la columna o sus miembros quedaran deformados? Pero, ¡qué es esto en comparación con el espectáculo más triste aún de un alma deformada y paralizada, un carácter distorsionado en formas deshonestas y espantosas, y llegar a la atormentada reflexión de que esto ha sido el resultado de tu descuido…!
*John Angell James (1785-1859), fue un destacado predicador y escritor inglés. Se le considera uno de los predicadores más influyentes y respetados del siglo XIX.