Por: Marty Machowski*
Poco después de habernos comprometido, mi prometida y yo viajamos a conocer a su abuelo de 104 años. Aunque nuestra visita no duró más de media hora, nunca olvidaré esos preciosos minutos.
El abuelito Rausch nos saludó con alegría y pronto comenzó a compartir su anhelo de terminar la carrera y de arrodillarse ante los pies del Salvador. Aunque su cuerpo estaba debilitado por más de un siglo de uso, su mente permanecía ágil y su fe más aguda. Carl Rausch había sobrevivido muchas pruebas, lo suficiente para ver a Dios responder muchas de sus perseverantes oraciones. Él creía que la oración era la respuesta de un papá en tiempos de prueba y es la puerta de entrada para la paz.
LA ORACIÓN LO CAMBIA TODO
El abuelito Rausch era el patriarca de la familia. Él regularmente oraba por todos sus hijos y nietos, y luego les escribía cartas para contarles que estaba orando y los exhortaba a dar sus vidas a Cristo. Su ejemplo fiel removió mi alma para querer seguir su ejemplo.
A mí, la oración me había servido más como una estrategia de último recurso. Primero, intentaba hacer todo en mi propio poder y en mi propia fuerza. Solo después de eso, luego de que mis esfuerzos fallaran, llegaba al punto donde «todo lo que podía hacer era orar».
Sin embargo, la oración no era el último recurso para Carl; la oración era su vida. Carl vivió las palabras de Cristo: «Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no me pertenecen a mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada pueden hacer» (Jn 15:4-5).
El abuelito Rausch sabía que él no podría hacer nada para alcanzar a sus hijos y a sus nietos lejos de Cristo. Es por eso que él dependió de Jesús como su primer recurso. Por esa razón él oraba. Un par de semanas después, Dios llamó a casa al abuelo, dejándonos un gran vacío que llenar, pero dándonos el recuerdo de un hombre que entendió que la oración lo cambia todo.
DESCANSO PARA PADRES CANSADOS
Entonces, ¿y tú? ¿Es la oración tu primer o tu último recurso? ¿La crianza lucha con la amenaza de robarte la paz? He pasado por suficientes desafíos de crianza para saber que lejos de Cristo no puedo hacer nada, y que cuando confío en Jesús, hay una paz que sobrepasa el entendimiento y que Él quiere que yo disfrute (Fil 4:6-7).
Jesús prometió que si permanecemos en Él, Él también permanecerá en nosotros (Jn 15:4). Tener al Creador del mundo de tu lado es una ventaja bastante increíble. Jesús nos invita a poner nuestras cargas en Él:
Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y yo los haré descansar. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que yo soy manso y humilde de corazón, y hallaran descanso para sus almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera (Mt 11:28–30).
¿Cómo vendría un «poco» de descanso para tu crianza temerosa y cansada?
CARTAS DE UN GUERRERO DE ORACIÓN
El abuelo Rausch sabía que Jesús escucha y responde la oración, pero también fue consolado por el hecho de que Jesús también estaba orando; orando por él (Ro 8:34-35). Jesús está en el cielo intercediendo por nosotros. Cada vez que nuestra fe para creer y nuestros esfuerzos para orar son débiles, recordemos que Jesús está orando por nosotros ante su Padre en el cielo y vive dentro de nosotros por el Espíritu Santo para ayudarnos.
Todos guardaron las cartas del abuelo. Mi esposa guardó sus cartas, así como sus hermanos, hermanas e incluso amigos de la familia. A continuación, les comparto un extracto de una carta que le envió a su nieto Mark. El abuelo terminó citando el himno Samuel O’Malley Cluff escrito en 1860.
Quizás tu abuelito nunca te vea aquí en la tierra, puesto que mi hora ha llegado y el Señor podría llamarme en cualquier momento de vuelta a casa a la gloria, pero tú aún tienes toda una vida por delante. Dios te la dio con un propósito. Ese propósito es: que nosotros como criaturas de la tierra debemos prepararnos para un lugar mejor. La preparación es: en primer lugar, arrepiéntete y luego ten fe en el Señor Jesucristo, puesto que sin arrepentimiento no hay perdón y sin perdón no hay cielo. La manera de hacerlo es confesar que eres un pecador, creer en el Señor Jesucristo y serás salvo.
Tengo un Salvador, Él está rogando en gloria,
Un Salvador amado y amoroso, aunque los amigos en la tierra sean pocos;
Y ahora Él me esté mirando en ternura;
Y que, oh, mi Salvador también sea tu Salvador;
Cuando te haya encontrado, cuéntale a otros la historia,
Que mi amoroso Salvador les traerá gloria, también.
Luego ora para que tu Salvador les traiga gloria a ellos,
Y la oración será respondida: ¡será respondida para ti!
Por ti estoy orando,
Por ti estoy orando,
Por ti estoy orando,
Estoy orando por ti.
YA NO ES MÁS EL ÚLTIMO RECURSO
Aún estoy intentando vivir a la altura del ejemplo que el abuelo Rausch dejó. Por la gracia de Dios, he hecho un cambio. La oración ya no es más el último recurso para mí. Con 56 años, soy lo suficientemente viejo para ver a Dios respondiendo la oración perseverante debido a una prueba o dos. Nada me trae mayor paz que confiarle mis desafíos en la crianza a Jesús. Sin duda, lucho con el temor y la ansiedad de vez en cuando, pero sé que nunca estoy solo.
Si te encuentras a ti mismo en medio de una prueba de crianza que amenaza con robarte la paz y el descanso, clama a Jesús y pon tus cargas en Él. Júntate con otros padres que piensen de igual manera para orar por sus hijos. La oración consigue la ayuda del mismo Dios Creador que llamó al mundo a existencia con su palabra. Y nunca olvides que Jesús está intercediendo por ti: por ti está orando; orando está por ti.
Marty Machoswski © 2019 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. Foto de Jessica Rockowitz en Unsplash
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