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Por: John Piper

Este artículo forma parte de la serie: «El nuevo nacimiento»

Lectura recomendada: (Jn. 6:44, 65; 1 Co. 12:3).

En 1 Corintios 12:3, Pablo declara: «…nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo». No quiere decir que un actor en un escenario, o un hipócrita en una iglesia, no pueda decir las palabras «Jesús es Señor» sin el Espíritu Santo. Quiere decir que nadie puede decirlo y decirlo en serio sin ser nacido del Espíritu.

Es moralmente imposible para el corazón muerto, entenebrecido, duro y resistente celebrar el señorío de Jesús en su vida sin haber nacido de nuevo.

O, como dice Jesús tres veces en Juan 6, nadie puede ir a Él a menos que el Padre lo lleve. Y cuando, mediante esa atracción, Dios lleva a una persona a una conexión viva con Jesús, lo llamamos «el nuevo nacimiento». Juan 6:37: «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí…»; versículo 44: «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere…»; versículo 65: «…ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre».

Todas esas maravillosas obras de atraer, conceder y dar son la obra de Dios en la regeneración. Sin ellas no vamos a Cristo, porque preferimos no ir. Nuestra preferencia por la confianza en nosotros es tan fuerte que no podemos ir. Eso es lo que tiene que cambiar en el nuevo nacimiento. Una nueva preferencia y una nueva capacidad son otorgadas.

Tomado del libro «¡Más vivo que nunca! de John Piper


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