Por: John Piper.
Este artículo forma parte de la serie: «El nuevo nacimiento»
«entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás». (Efesios 2:3).
Versículo 3: «… éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás» (cursivas añadidas). El objetivo de decir esto es establecer claramente que nuestro problema no está solo en lo que hacemos, sino en lo que somos. Separado del nuevo nacimiento, yo soy un problema. Usted no es mi problema principal. Mis padres no eran mi problema principal. Mis enemigos no eran mi problema principal. Yo soy el problema principal. No son mis obras, ni mis circunstancias, ni las personas que hay en mi vida, sino que mi naturaleza es mi problema principal más profundo.
No es que primero tenía una buena naturaleza y luego hice cosas malas y obtuve una mala naturaleza. «He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (Sal. 51:5). Eso es lo que soy. Mi naturaleza es egoísta, y egocéntrica, y exigente y muy hábil para hacerle sentir que usted es el problema. Y si su primera respuesta a esa declaración es: Yo conozco personas así, puede que esté totalmente ciego al engaño de su propio corazón. Nuestra primera respuesta no debe ser señalar con el dedo. Eso forma parte del problema. Nuestra primera respuesta debe ser la contrición.
Pablo describe nuestra naturaleza antes del nuevo nacimiento como «hijos de ira». En otras palabras, la ira de Dios nos pertenece de la manera en que un padre pertenece a su hijo. Nuestra naturaleza es tan rebelde, tan egoísta y tan dura hacia la majestad de Dios que su ira santa es una respuesta natural y justa a nosotros.
Tomado del libro «¡Más vivo que nunca! de John Piper. Foto de Joshua Earle en Unsplash
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