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Por: Catherine Scheraldi de Núñez*

Cuando identificamos nuestras faltas y las cambiamos para seguir el Señor, aun nuestra apariencia y forma de comer puede cambiar nuestras lamentaciones en baile (Sal 30:11). 

La importancia excesiva en cómo lucimos viene del príncipe de este mundo: Lucifer. Él era el sello de la perfección (Ezq 28:12) y mientras él nos pueda mantener enfocadas en nuestro exterior que está desfalleciendo (2 Cor  4:16), hay dos cosas que ocurren: no glorificamos a Dios y vivimos en la esclavitud  de la comparación, tanto con otras y como con nosotras mismas cuando éramos más jóvenes.

Cómo siempre, hay algo mejor que ahora de alguna u otra forma,  por lo que podemos experimentar inseguridad.  Como todo lo que Dios creó era bueno en gran manera, la comida no puede ser mala. Sin embargo, ¿por qué tantas de nosotras tenemos esta relación de amor y odio con la comida?

Precisamente porque cuando Adan y Eva comieron del fruto prohibido, se produjo una enemistad entre los deseos de la carne, que Satanás influencia, y el deseo de Dios que es formarnos a Su imagen. Si la comida es buena, es entoces la manera en que comemos lo que está mal.  Como cristianas, hay principios que deben dirigir nuestra vida. Por ejemplo, amar al Señor con todo nuestro corazón, alma y mente (Mt 22:37). Esto incluye todo lo que hacemos como la comida y el vestido que deben glorificar a Dios (1 Cor. 10:31).

Dado que la batalla pertenece al Señor y no a nosotras (2 Cr 20:15), todas nuestras decisiones son espirituales. En cada decisión hay un aspecto horizontal, es decir, lo que vemos. Sin embargo, hay uno vertical e  invisible como nuestras motivaciones. Como el corazón es engañoso (Jer 17:9) y nuestras mentes están parcialmente entenebrecidas (Ef. 4:18), nos engañamos. Es por esto que necesitamos transformar nuestras mentes con la verdad (Rom 12:2) que nos llevará a rendir todas nuestras decisiones al Señor para examinar nuestros motivos (Lm 3:40).  

Aunque la ganancia de la batalla pertenece al Señor, hay un rol que nos pertenece a nosotras. Si estamos comiendo igual que el mundo, no estamos comportándonos como cristianas en este área. Tenemos que desarrollar dominio propio (Ga 5:23) y si identificamos las razones que provocan nuestra manera errada de comer, necesitamos cambiarlas para poder agradar a Dios.  ¿Qué motiva nuestro deseo de comer? ¿el gusto, la falta de conocimiento sobre nutrición, adicción, ansiedad, buscar elogios o aceptación? Todas estas razones nos llevarán a la esclavitud, pero nuestro Cristo murió para darnos libertad. Debemos redimir las áreas de nuestra mente afectadas por el mundo.  

Como estamos en una batalla, debemos tener humildad,  admitirlas y ante todo, pedir perdón y ayuda al Señor. Por lo engañoso de nuestro corazón, debemos tener cerca a una mujer piadosa que tenga la capacidad de evaluarnos y confrontarnos en amor cuando sea necesario. Tenemos la costumbre de siempre orar para que El Señor nos quite la tentación, cuando lo que El Señor quiere es que nosotras aprendamos a manejar y dominar las tentaciones.  Cuando identificamos nuestras faltas y las cambiamos para seguir el Señor, aun nuestra apariencia y forma de comer puede cambiar nuestras lamentaciones en baile (Sal 30:11). 

 Tenemos el poder de vivir en victoria porque “no les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla.” (1 Cor. 11:13). Si no estás identificando la vía de escape, pídela al Señor porque Él proveerá a todas nuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. (Fil. 4:19) El Espíritu Santo, que mora en nosotras, es quien que ya ha ganado la batalla (2 Cr 20:15) y nos puede ayudar a ganar la victoria cuando ponemos nuestra mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:2).  Enfoquémonos en lo duradero que tiene valor.

Este cuerpo está decayendo, sin embargo, nuestro hombre interior se renueva de día en día (2 Cor. 4:16) y es lo que pasará la eternidad con Cristo. ¿Dónde queremos poner nuestro enfoque, en lo que se queda aquí o en lo que pasará para habitar con Cristo? Mantengamos los ojos enfocados en lo que no se ve y desarrollaremos una vista para las cosas de Dios. Como resultado, las de este mundo perderá su brillo.  Bendiciones 

Publicado originalmente aquí.

*Catherine Scheraldi de Núñez, es la esposa del pastor Miguel Núñez, y es doctora en medicina, con especialidad en endocrinología. Está encargada del ministerio de mujeres Ezer, de la Iglesia Bautista Internacional y es conductora del programa radial «Mujer para la gloria de Dios».Ezer, de la Iglesia Bautista Internacional y . Puedes seguirla en twitter. Foto de Lidye en Unsplash


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