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Por: Michelle Espinoza de Mejía*

El chico de tus sueños llegó a ti como un regalo de Dios y ahora te ha propuesto matrimonio. Jugando con el anillo en tu dedo, intentas contener la euforia ¡Qué emoción! ¡Es un sueño hecho realidad! A la par de tu entusiasmo, quisiera compartir contigo algunos aspectos en los que necesitas meditar para que estés bien preparada antes de dar el sí en el altar.

La prioridad es el matrimonio, no la fiesta del siglo

He conocido muchas novias que dedican todo su dinero y su enfoque al día de la boda y se olvidan de invertir en sus próximos cincuenta años. No me malentiendas, claro que puedes usar un vestido que te haga sentir maravillosa y celebrar un día tan importante. Solo medita sobre que es prioridad y dale su justo lugar a cada cosa.

Hablando de dinero, importa más invertir en cursos prematrimoniales, un lugar donde vivir y en una luna de miel donde tengas un espacio para conectar con tu futuro esposo. Si el presupuesto es limitado, es mejor usarlo en cuatro días en la playa, que en servir camarones flameados para doscientos invitados.

Además, está el enfoque. El futuro que tienes por delante es una vida de compartir en pareja. No se trata de tu fiesta de Miss Universo. Hay novias que piensan más en las flores que en su futuro esposo o las que sueñan tanto en su día ideal que abandonan emocionalmente a su prometido.

La sulamita le dice a su amado: “Llévame en pos de ti y corramos juntos” (Cnt 1:4). El matrimonio se trata de dos personas corriendo juntos la carrera de la fe. Esta novia enamorada anhela estar con su amado e iniciar un viaje juntos. ¿Habrá damas de honor vestidas de azul? Tal vez. Pero el verdadero enfoque está en caminar junto a la persona que amas. Entre tantos preparativos, es fácil olvidarlo.

Un matrimonio bíblico 

Las redes sociales, Hollywood y hasta la gente a tu alrededor, te han modelado el significado del matrimonio. Casi con toda seguridad, es un mal significado: el matrimonio es desechable, debería ser para tu propia satisfacción y que el “hasta que la muerte los separe” es una idea retrógrada.

Si tus papás tuvieron un matrimonio ejemplar, igual necesitas ir a la Biblia y que el Señor mismo sea quien te ilustre al respecto ¿Sabes por qué? Porque necesitas comprender los  principios generales, como por ejemplo: el adulterio es pecado (Mt 5:27-30) y el Señor anhela que el matrimonio prospere sin terminar en divorcio (Mr 10:2-9). Y hay muchos otros temas en los que deberías meditar.

Además, hay otros principios que podrían aplicarse específicamente a tu matrimonio. Tú y tu futuro esposo son una pareja única que necesita que el Señor les guíe en sus necesidades particulares. Por ejemplo, si tú o él son quejumbrosos, necesitas recordar que la Escritura dice: “Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones” (Fil 2:14). En griego, la palabra murmuraciones significa rezongar.

A lo que me refiero es que necesitas descubrir los textos que bendigan particularmente a tu vida en pareja. Recuerda que el propósito principal del matrimonio es glorificar a Dios.

Mejor comunicación 

Todos sabemos hablar pero no solemos ser muy hábiles para comunicarnos adecuadamente. En el matrimonio, la buena comunicación es un cimiento fundamental para construir la relación. Muchos conflictos de pareja son el resultado de malos entendidos, del tono que usamos al hablar, de no saber explicarnos, de usar palabras hirientes y la lista podría continuar.

A lo largo de la Escritura encontramos principios y ejemplos que nos instan a comunicarnos mejor. Y todo empieza aprendiendo a escuchar y guardar silencio. Santiago 1:19 nos recuerda “que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira”, para hacer énfasis en que no solo se trata de abrir la boca y articular palabra, sino de escuchar, entender, asimilar y hasta después empezamos a hablar sin perder la cordura ni la cortesía.

Ahora bien, tardo para hablar no significa no hablar nunca, sino ser prudente y escuchar primero. Aprender cuándo callar y cuándo hablar es esencial porque hay temas que definitivamente se tienen que poner sobre la mesa y hablar con sabiduría. Así que lee libros, entra a webinars o lo que sea necesario. Tu matrimonio lo agradecerá.

Crece, madura, sana

Incluso si naciste en un hogar cristiano saludable, probablemente hay áreas en tu vida en las que necesites crecer: una herida por sanar, un complejo que superar, un defecto que salvaguardar y tal vez algún pecado recurrente que derrotar. Necesitas meditar en el estado en que se encuentra tu ser interior y orar que el Señor te dé la sabiduría para crecer.

Tu futuro esposo no es la solución a tus conflictos internos. Esa es una expectativa absurda. Poner sobre sus hombros la carga de ser tu salvador es injusto. Solo Cristo puede llenar tus vacíos y acallar tus miedos. Tu cónyuge es solo otra persona que está en el proceso de santificación.

Llegar al matrimonio con “cojeras” emocionales o espirituales es como llegar endeudado en vez de llegar con ahorros: aportamos problemas que dificultan la dinámica del nuevo hogar. Así que necesitas meditar en qué estado vas a llegar al matrimonio y en qué sí puedes hacer para llegar con más madurez. Medita en 2 Pedro 1:5-11 y cómo aplicarlo al matrimonio.

Familia política

Uno escucha: “Te casas también con la familia de tu cónyuge”. Muchas chicas se niegan pensando que su matrimonio será diferente, pero la realidad es que tendrás que negociar dónde pasarán la navidad y adoptar algunas de sus tradiciones.

Además, hay algo importante en qué pensar: tu esposo es el resultado del entorno donde fue educado. Él es los valores que le inculcaron, el ejemplo que vio y las experiencias que vivió con su familia. Para bien y para mal. Su carácter, sus hábitos y sus manías son el reflejo del entorno. Ahí es donde te das cuenta que sí te casaste con su familia. Y él podrá decir lo mismo de ti.

Es importantísimo que el proceso de “dejar la casa paterna” sea con gracia y paciencia. Poco a poco irán construyendo sus propias tradiciones y ambos moldearán mutuamente el carácter del otro. Aquello de ser una sola carne (Gn 2:24-25), no solo se refiere al sexo, sino a la unidad emocional, mental y espiritual que se construye paulatinamente. Comprender su trasfondo te ayudará a entenderlo y amarlo mejor.

Da tu vida por él

Para que un matrimonio cumpla su propósito y sea exitoso de acuerdo al estándar del Señor, se requieren dos pecadores sometidos a Cristo, un hombre y una mujer dispuestos a dar la vida uno por el otro. Pudiera darse el caso de sacrificar la vida de forma literal (como en una emergencia o guerra), pero quiero que pienses en otro aspecto.

“No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” (Fil 2:3-4). Dar tu vida, es morir a tu carne. Dar tu vida es dejar el egoísmo, el orgullo, la arrogancia, dando un lugar de honor al otro y pensar siempre en beneficio de tu esposo. Es entregar cada día de tu vida al servicio del otro. Esto es amor verdadero. Esto es el amor matrimonial en el plan de Dios ¿estás dispuesta?

¿Puede el matrimonio llegar a ser una idílica historia de amor? ¡Claro! Uno de sus ingredientes es una mujer sabia que piensa y decide con prudencia, siguiendo la Escritura y la guía del Espíritu, como tú.

*Michelle Espinoza de Mejía trabaja con jóvenes y adolescentes en su iglesia en México desde hace más de 20 años. Se ha capacitado con avidez en el tema de la sexualidad y le apasiona instruir a la juventud para que sea todo aquello que el Señor planeó. Es diseñadora con maestría en mercadotecnia y catedrática universitaria. Está casada desde hace 25 años y tiene 2 hijos.

Publicado originalmente aquí.


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