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Por: Teología Sana
Este artículo forma parte de la serie: Cartas para los creyentes
Amado hermano o hermana en Cristo:
Sé que este momento de tu vida es especialmente difícil. Te escribo con el corazón compasivo y con la convicción de que no estás solo, aunque así te sientas. Sé que conoces la verdad, que has caminado con el Señor, que has experimentado Su gracia. Pero ahora, por alguna razón que quizá ni tú puedes explicar, estás agotado, herido, tal vez incluso te preguntas si Dios aún escucha tus oraciones.
Déjame recordarte con ternura algo que tal vez tu alma ha olvidado: Dios no te ha dejado, ni lo hará jamás. Él no se aparta de Sus hijos en sus momentos más oscuros. Muy por el contrario, es en medio de la debilidad cuando Su poder se perfecciona (2 Corintios 12:9). Aun cuando tus fuerzas se hayan desvanecido, Él permanece fiel.
Hay momentos en la vida cristiana donde el alma parece apagarse. La oración cuesta, la fe tambalea, y el dolor parece ahogar toda esperanza. Pero en esos momentos, no estás caminando solo. Aunque no lo veas, el Buen Pastor te lleva en Sus brazos. Aunque no lo sientas, Él está obrando.
Recuerda esto: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4). David no decía eso porque todo iba bien, sino porque sabía en quién confiaba. Tu situación actual no define tu relación con Dios. Tu debilidad no cancela Su amor. Tus dudas no borran Su promesa.
Quizá has caído. Quizá has estado luchando con pensamientos de derrota o con el peso de una carga que ya no puedes sostener. Pero Dios no te llama para que lo hagas todo con tus propias fuerzas. Él te llama a descansar en Él, a recordar que Cristo ya venció por ti.
El mismo Salvador que lloró en Getsemaní, que clamó en la cruz, que fue tentado en todo pero sin pecado, te entiende y no te condena. Él te dice hoy: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). No te pide fuerzas. No te pide explicaciones. Solo te pide que vengas.
Hermano, hermana… no te des por vencido. La esperanza no está perdida, aunque se haya desdibujado en tu corazón. La Luz de Cristo nunca deja de brillar, incluso cuando las nubes de la aflicción cubren todo. El amanecer llegará. Él ha prometido terminar la obra que comenzó en ti, y Dios no miente (Filipenses 1:6; Tito 1:2).
Permite que hoy estas palabras sean como un bálsamo para tu alma. Si no puedes correr, camina. Si no puedes caminar, permanece. Pero no te sueltes de Jesús. Él es tu esperanza, incluso cuando no sientes esperanza.
Con profundo amor en Cristo,
Teología Sana
Me conmovio y me llego al alma esta carta . No desmayo , porque esta tribulacion me hace buscarlo mas . Y se ko digo en oracion.. soy mas que bendecida , mas que vencedora porque Usted me amó primero. Confio y descanso en mi Padre, su gracia me sostiene. Alabado sea por siempre mi Abba, Padre .