Por: F.B. Meyer*.
Este artículo forma parte de la serie: «120 meditaciones de F.B. Meyer«
«Humillaos pues… echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.» 1 Pedro 5:6-7
Cuando los hombres del mundo ven las caras de los que profesan ser hijos de Dios, y las ven oscuras, con las mismas sombras que se arrojan en las propias, bien pueden preguntarse qué clase de Padre es Él. Lo que sea que un hombre profesa, no podemos evitar juzgarlo por las caras de sus hijos. Y si se juzga a Dios por el reporte inconsciente que algunos de sus hijos hacen de Él, las cosas más duras que sus enemigos han dicho de Él no están lejos de la verdad.
Bajo esas circunstancias, el incrédulo puede sostener apropiadamente «O no hay Dios, o es impotente para ayudar a los que dice amar, o no le importan las necesidades de sus hijos. ¿De qué me serviría la religión?» Podemos ser un faro de luz que da señales de advertencia o uno de refugio; podemos repeler o acercar a que otros vengan a Cristo. Lo que en verdad somos depende de cómo lidiamos con nuestras cargas.
Cualquiera que sea la carga que el Señor le haya dado, devuélvasela. Trate la carga de la preocupación, como alguna vez trató la carga del pecado; arrodíllese y deliberadamente entréguesela a Jesús. Dígale: «Señor, te confío estos problemas. Yo no puedo llevarlos; te los entrego todos para que los dirijas, ajustes y arregles. Tú has llevado mis pecados; y ahora toma mis ansiedades». A medida que encontramos paz en medio de la dificultad, otros sabrán que Dios es fiel y digno de confianza.
Reflexión: ¿Qué cargas necesita entregarle a Dios? ¿De qué mejor manera puede darle esperanza a otros en medio de la adversidad?
*Frederick Brotherton Meyer, un contemporáneo y amigo de D. L. Moody y A. C. Dixon, fue un pastor bautista y evangelista en Inglaterra involucrado en el ministerio y el trabajo misionero en el centro de la ciudad en ambos lados del Atlántico.