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Por: Max Lucado

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Juan 1.29

Jesús nació crucificado. Cada vez que hacía conciencia de quién era, también hacia conciencia de lo que tenía que hacer. La sombra en forma de cruz siempre estaba a la vista. Y los gritos de los condenados al infierno podían escucharse siempre.

Esto explica el destello de la determinación en su rostro cuando decidió ir a Jerusalén por última vez. Iba en su marcha hacia la muerte (Lucas 9.51).

Esto explica la firme decisión en sus palabras al decir: «Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo» (Juan 10.17–18).

Llama esto como quieras llamarlo: Un acto de gracia. Un plan de redención. El sacrificio de un mártir. Pero como quiera que lo llames, no lo llames un accidente. Fue cualquier cosa menos eso.

Dios se Acerca


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