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Por: Jeremiah Burroughs*
Este artículo forma parte de la serie: El contentamiento cristiano
Él obtiene contentamiento al tener presente las cosas gloriosas del cielo para él. Él tiene el reino de los cielos como presente, y él hace la gloria venidera como presente por la fe. De ahí que los mártires tuvieran contentamiento en sus sufrimientos. Algunos de ellos dijeron: «Aunque solo tengamos un desayuno fuerte, tendremos una buena cena, muy pronto estaremos en el cielo». «No más cierra tus ojos dijo uno y estarás en el cielo de inmediato». «No desmayamos», dice el apóstol. ¿Por qué? «Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (2 Со. 4:16-17).
Ven el cielo delante de ellos y eso los contenta. Ustedes marineros, cuando pueden ver el puerto delante de ustedes, aunque estaban muy preocupados antes de que pudieran ver cualquier tierra, cuando se acercan a la orilla y pueden ver tal señal, eso los contenta enormemente. El hombre piadoso en medio de las olas y tormentas con las que se encuentra puede ver la gloria del cielo delante de él y de esa manera se contenta.
Una gota de la dulzura del cielo es suficiente para eliminar toda agrura o amargura de todas las aflicciones en el mundo. No hay duda de que en esto sabemos que una gota de acidez, o una gota de hiel, hará que la miel se vuelva muy amarga. Pon una cucharada de azúcar en una taza de hiel o ajenjo, y eso no lo endulzará. Pero si pones una cucharada de hiel en una taza de azúcar, se amargará.
Ahora bien, es el caso contrario con el cielo: una gota de dulzura del cielo endulzará una gran aflicción amarga, pero una gran cantidad de amargura y ajenjo no amargarán al alma que ve la gloria del cielo venir. Por lo tanto, el corazón carnal no tiene contentamiento excepto de lo que ve delante de él en este mundo, pero el corazón piadoso tiene contentamiento con lo que ve guardado para él en lo más alto de los cielos.
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*Jeremiah Burroughs (1599-1646) fue amado por su predicación y su espíritu amable y fue perseguido por su inconformidad con la Iglesia de Inglaterra. Sintiéndose obligado a huir a Holanda por un tiempo, finalmente regresó a Inglaterra y predicó en las congregaciones de Stepney y Cripplegate en Londres, dos de las congregaciones más grandes de Inglaterra. También sirvió como miembro de la Asamblea de Westminster hasta su muerte en 1646.