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Cuando Jesús envió a sus setenta discípulos para proclamar la cercanía de la venida del reino de Dios (Lucas 10:9), les dijo: «He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones» (Lucas 10:19). En cada ciudad donde ministraban, también tenían el mandato de Jesús de «sanar a los enfermos» (Lucas 10:9).

Jesús envió a los setenta (o setenta y dos) en parejas a las ciudades donde planeaba ir (Lucas 10:1), y les advirtió que los enviaba a esas ciudades como corderos en medio de lobos (Lucas 10:3). Si eran recibidos, debían agradecer la hospitalidad (Lucas 10:5-8). Incluso les ordenó que sanaran a los enfermos dentro de las casas que los recibieran como prueba de que el reino de Dios se había acercado a ellos (Lucas 10:9). Por otro lado, si alguna ciudad no recibía a los discípulos, debían proclamar la cercanía del reino de Dios y pronunciar juicio sobre esa ciudad (Lucas 10:10-15).

Jesús añadió una nota importante a Sus instrucciones: quien escuchara a los discípulos que Él enviaba, en realidad estaba escuchándole a Él. Quien los rechazaba, lo estaba rechazando a Él. Las consecuencias de eso eran significativas, porque el que rechazaba a Jesús también estaba rechazando a Su Padre (Lucas 10:16). En otras palabras, Él envió a los setenta con Su propia autoridad.

Teniendo la autoridad de Jesús, los setenta descubrieron lo que significaba tener el asombroso poder de Jesús. A su regreso, se regocijaron de que hasta los demonios se les sometían por causa del nombre de Jesús (Lucas 10:17). En ese momento, Jesús los reprendió suavemente, recordándoles que había visto a Satanás caer del cielo como un rayo (Lucas 10:18) y que les había dado a los setenta la potestad de hollar serpientes y escorpiones (Lucas 10:19). Satanás no tenía futuro en el cielo, pero los discípulos sí. Así como Dios demostró Su autoridad sobre Satanás, Dios demostró Su autoridad al dar poder a los setenta discípulos para hollar serpientes y escorpiones y tener poder sobre el enemigo (Lucas 10:19). Jesús exhortó a los setenta a no regocijarse por la autoridad que se les había dado, sino a regocijarse por el hecho de que sus nombres estaban escritos en el cielo (Lucas 10:20).

Jesús demostró repetidamente Su autoridad sobre la naturaleza (por ejemplo, Marcos 4:35-41Juan 9:1-1111:1-46). Para asegurarse de que la gente reconociera que los setenta habían sido enviados por Jesús, les dio parte de Su autoridad sobre la naturaleza, dándoles la potestad de hollar serpientes y escorpiones. El contexto inmediato no aclara por qué Jesús decidió mencionar a esos dos animales. Sin embargo, Moisés, en Deuteronomio 8:15, había recordado a los israelitas como Dios los liberó a través del terrible desierto que tenía serpientes ardientes y escorpiones. Al hacer alusión a ese pasaje, Jesús parece decir que Dios protegería a estos discípulos en particular de la misma manera que protegió al pueblo de Israel. Puede que los discípulos fueran «corderos en medio de lobos» (Lucas 10:3), pero no tenían nada que temer.

El apóstol Pablo puede ser un ejemplo de un empoderamiento similar. Pablo fue mordido por una víbora en su viaje a Roma, pero, en lugar de morir por la mordida, como todos los espectadores esperaban, Pablo sacudió la serpiente al fuego y no sufrió ningún daño (Hechos 28:5). Jesús dio una misión única a un grupo único de hombres, y les dio una potestad única para hollar serpientes y escorpiones. A pesar de estos increíbles poderes y milagrosas evidencias de haber sido enviados por Jesús, su mayor gozo debe estar en su eterna esperanza celestial.

Tomado de aquí


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