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Por: Tim Keller
“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”. (Lucas 16:13-15)
Jesús utiliza todas las metáforas bíblicas básicas sobre la idolatría y las aplica a la codicia y al dinero. Según la Biblia, los idólatras hacen tres cosas con sus ídolos. Los aman, confían en ellos y los obedecen.45 “Quienes aman el dinero” son aquellos que se pasan el día soñando y fantaseando sobre nuevas maneras de ganar dinero, nuevos bienes que adquirir, y que miran con envidia a los que tienen más que ellos. “Quienes confían en el dinero” sienten que tienen el control de sus vidas y están a salvo y seguros gracias a su riqueza.
La idolatría también nos convierte en “siervos del dinero”. De la misma manera que servimos a los gobernantes y magistrados terrenales, “vendemos el alma” a nuestros ídolos. Como recurrimos a ellos para sentirnos valorados (amor) y seguros (confianza), hemos de tenerlos, y por consiguiente nos sentimos impulsados a servirlos y, en esencia, a obedecerlos. Cuando Jesús dice que “servimos” al dinero, usa una palabra que significa el servicio solemne y pactado que se presta a un rey. Si usted vive para el dinero, es un esclavo. Sin embargo, si Dios se convierte en el centro de su vida, esto destrona al dinero y lo vuelve contingente. Si su identidad y su seguridad se encuentran en Dios, el dinero no puede controlarle mediante la inquietud y el deseo. Es una cosa u otra. O bien sirve a Dios o se expone a la esclavitud de Mammón.
El lugar donde se muestra más evidente esta esclavitud es en la ceguera de los ricos frente a su propio materialismo. Fijémonos que, en Lucas 12, Jesús dice: “Guardaos de toda avaricia”. Es una afirmación notable. Pensemos en otro pecado tradicional contra el que advierte la Biblia: el adulterio. Jesús no dice “¡Cuidado con cometer adulterio!”. No tiene por qué. Cuando usted se acuesta con el cónyuge de otra persona, lo sabe. No se para a mitad de camino y dice “¡Huy, un momento! ¡Creo que estoy adulterando!”. Usted sabe que lo hace. Sin embargo, aunque está claro que el mundo está lleno de codicia y de materialismo, casi nadie piensa que tengan que ver con ellos. Todos lo niegan.
¿Podemos mirar de nuevo a Zaqueo y preguntarnos cómo pudo traicionar y perjudicar a tantas personas, cómo pudo estar dispuesto a que le odiaran de tal manera, cómo pudo haber estado tan cegado por el dinero que hizo todo lo que hizo y vivió de esa manera? Zaqueo no es más que un ejemplo de lo que Jesús ha enseñado a lo largo del libro de Lucas. El dinero es uno de los dioses falsos más frecuentes. Cuando se entroniza en su corazón, le controla por medio de sus ansiedades y deseos, y le induce a ponerlo por delante de todas las demás cosas.
Fragmentos tomados del libro «Dioses que fallan» de Tim Keller, puede saber más detalles del libro Haciendo clic aquí. Foto de lucas Favre en Unsplash