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Por: Jerry Bridges

Este es un fragmento adaptado del libro La búsqueda de la santidad (Poiema Publicaciones, 2024), por Jerry Bridges.

La Escritura declara: «Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán» (Ro 8:13).

Dios ha provisto lo necesario para nuestra santidad y al mismo tiempo nos ha dado la responsabilidad de buscar la santidad. Lo que Dios ha provisto consiste en librarnos del dominio del pecado, unirnos con Cristo y darnos el Espíritu Santo que, al morar en nosotros, nos revela el pecado, crea en nosotros un deseo por la santidad y nos fortalece en la búsqueda de la santidad. Por medio del poder del Espíritu Santo y conforme a la nueva naturaleza que nos da, tenemos que hacer morir las obras malas de la carne, es decir, del cuerpo (Ro 8:13).

Aunque es el Espíritu el que hace posible que hagamos morir las obras malas, sin embargo, Pablo dice que es algo que nos corresponde a nosotros también. La misma obra o actividad es, desde un punto de vista, obra del Espíritu y desde otro, obra del hombre.

Resulta claro en este pasaje que Dios nos hace responsables de vivir una vida santa. Tenemos que hacer algo. No debemos solo «dejar de luchar y comenzar a confiar»; tenemos que hacer morir las obras de la carne. Una y otra vez en las epístolas —no solo en las de Pablo, sino en las de los otros apóstoles también— se nos manda a asumir la responsabilidad correspondiente a un andar santo. Pablo nos exhorta diciendo que «[consideremos] los miembros de [nuestro] cuerpo terrenal como muertos» para las obras de la carne (Col 3:5). Esto es algo que se nos dice que debemos hacer.

El escritor de Hebreos dijo:

Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante (He 12:1).

Nos dice que nosotros nos despojemos del pecado y que corramos con paciencia. Claramente, se espera que seamos nosotros mismos los que asumamos la responsabilidad de correr la carrera cristiana:

– «Sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes» (Stg 4:7). Somos nosotros los que tenemos que someternos a Dios y resistir al diablo. Esta es la responsabilidad que nos corresponde.

– «Procuren con diligencia ser hallados por Él en paz, sin mancha e irreprensibles» (2 P 3:14). La frase «procuren con diligencia» está dirigida a la voluntad. Es algo que se tiene que decidir hacer.

Durante cierta época en mi vida cristiana, llegué a pensar que cualquier esfuerzo de mi parte para vivir una vida santa era «trabajo de la carne» y que «la carne para nada aprovecha». Pensaba que Dios no bendeciría ningún esfuerzo de mi parte para vivir una vida cristiana, del mismo modo que no bendeciría ningún esfuerzo para ser Su hijo mediante las buenas obras. Así como recibí a Cristo Jesús por la fe, así también debía buscar la vida santa solo por la fe. Cualquier esfuerzo de mi parte impediría la obra de Dios en mi vida.

Estaba aplicando mal la siguiente afirmación: «No necesitan pelear en esta batalla; tomen sus puestos y estén quietos, y vean la salvación del SEÑOR con ustedes» (2 Cr 20:17). Interpretaba este pasaje en el sentido de que lo único que debía hacer de mi parte era entregar el mando al Señor y que Él se encargaría de luchar contra el pecado en mi vida. En el margen de la Biblia que usaba en esa época escribí al lado de este versículo las siguientes palabras: «Ilustración de lo que significa andar en el Espíritu».

¡Que necedad la mía! Interpretaba mal la dependencia del Espíritu Santo, en el sentido de que yo no debía realizar ningún esfuerzo, que yo mismo no tenía ninguna responsabilidad en el asunto. Pensaba erróneamente que, si le entregaba las riendas enteramente al Señor, Él elegiría por mí y que naturalmente elegiría la obediencia y no la desobediencia. Todo lo que tenía que hacer era acudir a Él en busca de la santidad. Pero no es así como actúa Dios. Él da la provisión necesaria para nuestra santidad, pero también nos da la responsabilidad de hacer uso de dicha provisión.

El Espíritu Santo ha sido dado a todos los creyentes. El Dr. Martyn Lloyd-Jones señaló:

El Espíritu Santo está en nosotros y obra en nosotros, dándonos el poder necesario, dándonos la capacidad necesaria. Esta es la enseñanza del Nuevo Testamento: «Ocúpense en su salvación con temor y temblor». Tenemos que hacerlo así, pero notemos lo que sigue: «Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención». El Espíritu Santo obra en nosotros tanto «el querer como el hacer». Es porque no estoy solo y porque no estoy sin esperanza, ya que el Espíritu está en mí, que se me exhorta a que me ocupe de mi propia salvación con temor y temblor (The Sons of God [Los hijos de Dios], p. 124).

Debemos confiar en el Espíritu para hacer morir las obras de la carne. Como lo menciona Lloyd-Jones con su exposición sobre Romanos 8:13, es el Espíritu Santo el que «diferencia el cristianismo de la moralidad, del “legalismo” y del “falso puritanismo”» (p. 136). Pero la confianza en el Espíritu no tiene como fin proporcionar una actitud que dice: «No puedo», sino una que diga: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil 4:13). El creyente nunca debería quejarse de la falta de capacidad o de poder. Si los creyentes pecamos, es porque elegimos hacerlo, no porque nos falte la capacidad para decirle «no» a la tentación.

Ya es hora de que los creyentes tomemos consciencia de la responsabilidad que nos toca con relación a la santidad. Frecuentemente decimos que somos «vencidos» por este o aquel pecado. Pero no, no es que seamos vencidos; es que somos desobedientes.

Tal vez convendría que dejemos de usar los términos «victoria» y «derrota» para describir la búsqueda de la santidad. Más bien, deberíamos utilizar los términos «obediencia» y «desobediencia». Cuando digo que soy derrotado por algún pecado, inconscientemente estoy evadiendo mi responsabilidad. Estoy diciendo que algo externo a mí me ha derrotado. Pero cuando digo que soy desobediente, esta afirmación pone la responsabilidad del peso del pecado sobre mis propios hombros. Es posible que seamos derrotados, naturalmente, pero la razón de que lo seamos es porque hemos elegido desobedecer. Hemos elegido alojar pensamientos lujuriosos, tener algún resentimiento o decir medias verdades.

Tenemos que prepararnos para la tarea y comprender que somos responsables de nuestros pensamientos, actitudes y acciones. Debemos considerar que hemos muerto al dominio del pecado y que ya no tiene dominio sobre nosotros, que Dios nos ha unido con el Cristo resucitado en todo Su poder y nos ha dado al Espíritu Santo para que obre en nosotros. Solo al aceptar nuestra responsabilidad y apropiarnos de las provisiones dadas por Dios, podremos progresar en la búsqueda de la santidad.

Tomado de aquí

Dr. Jerry Bridges fue el autor de una docena de libros, un conferencista popular, y miembro staff de The Navigators en Colorado Springs, Co. El Dr. Bridges pasó a la presencia del Señor en el 2016.


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