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Por: J.C. Ryle

Leer Juan 8: 48 -59

Los motes, los adjetivos insultantes y un lenguaje violento son las armas predilectas del diablo. Cuando le fallan otros recursos en su guerra, azuza a sus esclavos para que agredan con la lengua. Sin duda son dolorosos los sufrimientos que han tenido que soportar los santos de Dios en todas las épocas por causa de la lengua. Se ha calumniado su carácter. Han circulado rumores maliciosos con respecto a ellos. Se han inventado artificiosas falsedades con respecto a su conducta que han gozado de gran acogida. No sorprende que David dijera: “Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta” (Salmo 120:2).

En la actualidad, el cristiano verdadero no debe sorprenderse por sufrir constantes pruebas en este sentido. La naturaleza humana no cambia nunca. Quizá no se diga mucho en su contra mientras sirva al mundo y vaya por el camino ancho. Pero una vez que toma la cruz y sigue a Cristo, no habrá mentira lo suficientemente monstruosa o historia lo suficientemente absurda para que alguien la diga en su contra y haya otros dispuestos a creerla. No obstante, debe consolarse con la idea de que solo está bebiendo la copa que bebió su bendito Maestro antes que él. Las mentiras de sus enemigos no le tocarán en el Cielo, independientemente de lo que le afecten en la Tierra. Debe soportarlas pacientemente y no alterarse o perder los estribos. Cuando maldecían a Cristo, “no respondía con maldición” (1 Pedro 2:23). El cristiano debe comportarse de la misma forma.

John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo. 


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