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Por: R.C. Sproul
Este artículo forma parte de la serie: ¿Cómo orar?
Fragmentos extraídos de “La mano invisible”, del pastor R.C. Sproul.
Así como Dios no necesita nuestra adoración para sentirse bien consigo mismo o nuestra confesión para ser consciente de nuestros pecados, tampoco necesita la expresión de nuestro agradecimiento para sentirse apreciado. Los seres humanos somos diferentes: aprecio cuando la gente me agradece por las cosas, y sé que otros sienten el mismo tipo de aprecio cuando les doy las gracias. Necesitamos este tipo de intercambio entre las personas, pero Dios no lo necesita; ni Él es cambiado de ninguna manera por ello. Una vez más, somos nosotros los que somos cambiados por la acción de gracias.
Acción de gracias y alegría no son lo mismo. Se pueden distinguir entre sí, pero no se pueden separar. La alegría evoca acción de gracias, y la acción de gracias evoca alegría. Hay una relación simbiótica entre los dos. Cuando contemplamos las misericordias que recibimos de la mano de la Providencia, que incluyen la gracia de su perdón, somos movidos a la gratitud. Un corazón agradecido es un corazón alegre. No es un acto de sentimentalismo sensiblero contar las bendiciones de uno. Tener presentes esas bendiciones es una fortaleza contra la desesperación y una fuente desbordante de gozo.
*R.C. Sproul (1939-2017) fue un teólogo reformado, pastor y fundador de Ligonier Ministries, conocido por su enseñanza sobre la santidad de Dios y la teología reformada. Escribió más de 100 libros y tuvo un gran impacto en la educación cristiana.