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Por: Charles Stanley

Dichoso el hombre… que en la ley del SEÑOR se deleita, y día y noche medita en ella. SALMOS 1.1–2, NVI

Usted tiene una alternativa todos los días: incluir a Dios en su vida mediante la oración y el tiempo que pasa en su Palabra, o caminar solo. Lo uno en última instancia produce paz, en tanto que lo otro trae ansiedad.

Sin embargo, note que no simplemente se le promete tranquilidad cuando usted medita en las Escrituras, sino que se le asegura que será bienaventurado.

Esto se debe a que al meditar profundamente en la Palabra de Dios — analizándola, considerándola a cabalidad y pidiéndole a Dios que le permita comprenderla— su patrón de pensamiento es transformado en el proceso. El Padre le da una sabiduría nada común para sus finanzas, relaciones personales y futuro. Y cuando su mente está llena de los caminos de Dios —de su bondad, voluntad, provisión, poder y principios— usted tiene una paz y fe firmes que ninguna tempestad puede destruir.

Así que tome hoy una decisión: incluya al Señor en su vida al meditar en su Palabra y buscarle en oración.

Padre, ábreme tu Palabra, llenándome de pasión por las Escrituras y tu santa presencia. Te entrego mi vida y procuro comprender tu voluntad y tus caminos. Amén.


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