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Por: John MacArthur
Este artículo forma parte de la serie de devocionales «Fortaleza para hoy»
«No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos». FILIPENSES 2:3 NVI
El egoísmo y la vanidad impiden que hagamos la voluntad de Dios.
El egoísmo y la vanidad son muy comunes entre las personas en la actualidad. Es muy difícil que no haya un artista prominente o una figura estelar deportiva que no ostente esas características en exceso. Sin embargo, esos rasgos son todo lo contrario de lo que debería caracterizar al humilde seguidor de Cristo.
«Egoísmo» en el pasaje de hoy tiene que ver con perseguir un objetivo de una manera parcializada. Implica un deseo egoísta y personal de impulsar sus propios intereses de una forma destructiva e intempestiva. «Vanidad» describe la fuerza subyacente a esa conducta autoritaria: la gloria personal. Una persona impulsada por tal motivación piensa que siempre tiene la razón.
La frase inicial de Pablo en Filipenses 2:3 tiene la fuerza de un mandamiento exhortativo: los creyentes nunca deben actuar por ambición egoísta con el objetivo de alabarse a sí mismos. Hacer eso lleva inevitablemente a uno de los problemas pecaminosos más comunes en nuestras iglesias: el partidismo, acompañado de celos, conflictos, desarmonía y parcialidades. Pablo sabía cuánto daño podía causar el partidismo dentro de una iglesia. Ese fue el principal problema que abordó en su carta de 1 Corintios. El apóstol resumió la condición de la iglesia corintia de la siguiente manera: «Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?» (1 Corintios 3:3). Es espiritualmente inmaduro estar celoso y provocar conflictos entre los cristianos, eso revela una perspectiva carnal.
Debido a que nuestra carne produce egoísmo y presunción, es vital mantenerla bajo control (Gálatas 5:16). Los planes y los intereses personales en sí mismos son válidos. Pero si nuestras metas y objetivos son impulsados por el egoísmo, se vuelven competitivos y dañinos. Una clave para lidiar con el egoísmo es percatarse de que los demás también tienen metas y deseos. Tal conocimiento le ayudará a recorrer un largo camino para matar al monstruo del egoísmo que mora en usted.