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Introducción

En un mundo donde la política juega un papel central en la vida de las naciones, es fácil para los cristianos verse influenciados por figuras fuertes y carismáticas. Líderes como Donald Trump en Estados Unidos y Nayib Bukele en El Salvador han generado tanto admiración como controversia, especialmente entre los creyentes. Algunos los ven como defensores de valores conservadores y luchadores contra la corrupción, mientras que otros los critican por su estilo de gobierno o ciertas decisiones políticas.

Pero en medio de este panorama, surge una pregunta crucial: ¿Dónde debe estar la confianza del cristiano? ¿Es correcto depositar nuestra esperanza en líderes políticos? ¿Cómo debe un creyente relacionarse con estos temas sin desviarse de su verdadera ciudadanía en el Reino de Dios?

La atracción de los cristianos hacia líderes fuertes

A lo largo de la historia, los cristianos han sentido afinidad por líderes que, al menos en apariencia, defienden principios alineados con la fe. Cuando un gobernante se opone al aborto, promueve la libertad religiosa o lucha contra la corrupción, muchos creyentes lo ven como un instrumento de Dios.

Sin embargo, este apoyo puede llevar a un problema: idealizar a un ser humano y confiar más en él que en Dios. Cuando esto sucede, corremos el riesgo de olvidar que ningún líder es perfecto y que, al final, todos son pecadores necesitados de la gracia divina.

Es cierto que algunos gobernantes pueden ser instrumentos de Dios para llevar justicia o proteger ciertos valores, pero la Biblia nos advierte claramente sobre los peligros de confiar en el hombre. Salmo 146:3 dice: «No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.»

El problema de confiar en el hombre en lugar de Dios

El peligro de depender demasiado de un líder es que, tarde o temprano, todos fallan. La historia está llena de ejemplos de gobernantes que comenzaron con buenas intenciones, pero que con el tiempo se corrompieron o tomaron decisiones equivocadas. Incluso los mejores líderes son humanos y limitados.

Salmo 118:8-9 lo deja claro: «Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que confiar en príncipes.»

Dios es el único en quien podemos depositar nuestra esperanza absoluta. Los políticos pueden prometer cambios, pero solo Cristo transforma el corazón. Los gobiernos pueden ofrecer estabilidad temporal, pero solo el Reino de Dios es eterno.

Esto no significa que los cristianos deban ignorar la política o aislarse de la sociedad. Más bien, implica que debemos mantener una perspectiva bíblica, reconociendo que nuestra confianza no debe estar en un presidente, un sistema político o una ideología, sino en Dios y Su soberanía.

¿Cómo debe relacionarse el cristiano con la política?

La Biblia no nos llama a ser indiferentes ante la política, pero sí nos enseña a actuar con sabiduría y discernimiento. Algunas claves para mantener un enfoque correcto son:

1. No poner nuestra esperanza en sistemas humanos. Jesús nos enseñó a buscar primero el Reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33). Ningún gobierno terrenal puede sustituir la obra de Cristo en la vida de las personas.

2. Participar con discernimiento. Es válido que un cristiano vote, se informe y tenga opiniones políticas, pero debe hacerlo con una mente renovada por la Palabra de Dios (Romanos 12:2).

3. Orar por las autoridades. 1 Timoteo 2:1-2 nos exhorta a orar «por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.» En lugar de quejarnos o idolatrar a un líder, debemos orar para que Dios les dé sabiduría y justicia.

4. No caer en el fanatismo. La política puede ser divisiva, incluso dentro de la iglesia. Nuestra identidad principal no es ser de «derecha» o «izquierda», sino ser hijos de Dios. El enemigo quiere que nos enfoquemos más en asuntos terrenales que en nuestra misión eterna.

    Conclusión: Dios sigue en el trono

    La historia de la humanidad está llena de ascensos y caídas de imperios, gobiernos y líderes. Sin embargo, una verdad permanece inmutable: Dios sigue en el trono.

    Las Escrituras nos recuerdan que Él tiene el control sobre todas las naciones:
    «El Altísimo gobierna el reino de los hombres y a quien él quiere lo da» (Daniel 4:17).

    Por eso, aunque podamos tener preferencias políticas o apoyar ciertos valores en la sociedad, nuestra confianza nunca debe estar en un hombre. Solo Cristo es nuestro Rey eterno, nuestra única esperanza y el verdadero Salvador.

    Que nuestra mirada esté siempre puesta en Él, y no en los vaivenes de la política terrenal.

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