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Por: A. W. Tozer
Este artículo forma parte de la serie «Encuentros con el Dios Todopoderoso»
Y una voz del cielo decía: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él». MATEO 3:17
Dios se complace consigo mismo y se regocija en su propia perfección. He orado, meditado, investigado y leído la Palabra durante demasiado tiempo como para retractarme de esto. Dios se complace en sí mismo y se regocija en su propia perfección. ¡La divina Trinidad se complace consigo misma! Dios se deleita en sus obras.
Cuando Dios creó el cielo y la tierra, y todas las cosas que hay sobre la tierra, dijo una y otra vez que «era bueno» (Génesis 1:4, 10, 12, 18, 21, 25). Luego, cuando Dios creó al hombre a su propia imagen, miró y dijo: «Era bueno en gran manera» (1:31). Dios se regocijó en sus obras. Se alegró de lo que creó […]
Lo mismo sucede con este Dios asombroso, eterno, invisible, infinito, omnisciente, el Dios de nuestros padres, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el Dios que llamamos «Padre nuestro que estás en los cielos». Él es ilimitado e infinito; no se le puede pesar ni medir; no puedes aplicarle la distancia, el tiempo ni el espacio, porque Él lo hizo todo y lo contiene todo en su propio corazón. Aunque se eleva por encima de todo, al mismo tiempo este Dios es un Dios amigable y agradable, y se deleita en sí mismo. El Padre se deleita en el Hijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:17). El Hijo se deleitó en el Padre: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra» (Mateo 11:25). Y de seguro que el Espíritu Santo se deleita en el Padre y en el Hijo.
Dios trino, sabiendo que tienes gozo eterno en ti mismo, concédeme que deje de buscar las cosas creadas para mi satisfacción y que me deleite únicamente en ti. Amén.
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