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Por: Charles Stanley
No desaproveche la bendición de disfrutar de la relación profundamente personal que Dios ofrece.
¿A veces Dios parece estar lejos? Si es así, podríamos preguntarnos cuán involucrado está en nuestra vida. En esos momentos, debemos confiar en la verdad de la Biblia, y los Evangelios son un buen punto de partida.
La vida de Cristo da testimonio de su deseo de relacionarse con nosotros. Él constantemente invitaba a extraños a acercarse a Él. Alentaba a sus seguidores. Les enseñaba las verdades que había recibido de su Padre (Jn 7.16) y les hacía responsables de sus acciones. E invitó a ciertas personas a acompañarlo en momentos muy personales, como la transfiguración y su último retiro de oración en el huerto de Getsemaní (Mr 9.2; Mt 26.36, 37).
La decisión del Salvador de morir en nuestro lugar, hizo posible que pudiéramos unirnos a la familia de Dios. El Espíritu Santo, el compañero y guía que habita en la vida de cada creyente, también da testimonio de la cercanía de Dios y de su conocimiento detallado de quienes son suyos.
Sí, Dios ha hecho posible que nos relacionemos con Él. Pero con frecuencia, nos cohibimos. Distraídos por las preocupaciones terrenales, le ponemos límites y le damos mayor prioridad a nuestros familiares y amigos. Comprometámonos a poner al Señor en primer lugar y a buscarlo con todo nuestro corazón (Mr 12.30).
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