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Por: George Whitefield
Este artículo forma parte de la serie: 365 días con George Whitefield
Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella. Isaías 5:6
¿Hay algún hijo de Dios cuyo corazón, al ser convencido de sus pecados, no desfallezca? ¿Quién no ama la sinceridad y la verdad? No hablo para que pienses que soy humilde. Amo la sinceridad, interior y exterior, y aborrezco las dobleces. Cuando pienso en lo que Dios ha hecho por mí, la frecuencia con que me ha podado y recortado, la forma en que ha cavado profundamente en mi alma; cuando pienso en lo poco que he hecho por Dios, siento ganas de llorar, sí, me hace llorar hasta lágrimas de sangre […].
Ves el maná que ha caído en torno al campamento y lo consideras pan «liviano»; tienes una mala digestión y te cuesta digerir la Palabra de Dios. Considera esto y tiembla de pavor, puesto que Dios ha amenazado con retirar su candelero de entre los tibios, aquellos que no se dedican al estudio y la preparación. Los obreros están enfermos; quienes antes trabajaban ahora están agotados, mientras que otros se limitan a una pequeña esfera, lo que reduce su utilidad. Pocos hay que salgan a los campos; los golpes en la cabeza y los gatos muertos ya no son los adornos del metodista, sino los pañuelos de seda. Esas honorables insignias han desaparecido: la debilidad se ha extendido de los ministros a las congregaciones y, si no tenemos cuidado, todos moriremos juntos. ¡Que el Señor Jesús nos avive! ¡Que el Hijo de Dios nos avive a todos!
*George Whitefield, (1714 – 1770). Ministro de la Iglesia de Inglaterra, evangelista en el Gran Despertar, uno de los fundadores del metodismo, nacido en Gloucester, Inglaterra. Lea más de su biografía en este enlace.
Tomado de «365 días con George Whitefield«, lecturas seleccionadas y editadas por Randall J. Pederson, puedes adquirirlo en este enlace.