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Por: J.C. Ryle

Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:12

Seguir a Cristo es entregarnos completa y absolutamente a Él como nuestro guía y Salvador, someternos a Él en todas las cosas, tanto doctrinales como prácticas. “Seguir” no es más que un sinónimo de “creer”. Es el mismo acto del alma, solo que visto desde otro ángulo. Igual que Israel siguió a la columna de fuego y humo en todos sus desplazamientos —moviéndose cuando quiera que aquella se movía y deteniéndose cuando quiera que se detenía, sin preguntar, avanzando por fe—, así debe relacionarse un hombre con Cristo. Debe “[seguir] al Cordero por dondequiera que va” (Apocalipsis 14:4).

El que sigue a Cristo de esta forma, “no andará en tinieblas”. No seguirá siendo un ignorante como muchos de los que le rodean. No irá a tientas inmerso en la duda y la incertidumbre, sino que verá el camino al Cielo y sabrá hacia dónde se dirige: “Tendrá la luz de la vida”. Sentirá en su interior el resplandor de la luz del semblante de Dios. Hallará una luz viva en su entendimiento y su conciencia que nada puede apagar por completo. Las luces que muchos utilizan se apagarán en el valle de sombra y muerte y no les servirán de nada. Pero la luz que Cristo da a todos los que le siguen no fallará jamás.

*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo. 


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