Por: John MacArthur
Este artículo forma parte de la serie: «Devocional Acércate a Dios«
«He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11).
El descontento y la ingratitud te robarán tu gozo.
El verdadero gozo es un regalo de Dios para cada creyente y, sin embargo, a muchos cristianos parece que les falta. ¿Cómo puede ser eso? ¿Acaso fracasó Dios? No. Al igual que con la paz, la seguridad y otros beneficios de la salvación, el gozo puede perderse por muchas razones. El pecado voluntario, la falta de oración, el miedo, el egocentrismo, el enfoque en las circunstancias y la falta de perdón son los principales culpables.
Dos de los ladrones del gozo más comunes son la insatisfacción y la ingratitud. Ambos derivan de la mentalidad próspera, rica y saludable de nuestra época. Tales enseñanzas han producido una generación de cristianos que están más insatisfechos que nunca porque sus demandas y expectativas cada vez son más altas. Han perdido la perspectiva de la soberanía de Dios y, por consiguiente, la habilidad de dar gracias en todas las cosas.
En marcado contraste, cuando Jesús enseñó acerca de la satisfacción y la ansiedad (Mateo 6:25-34), habló de comida y ropa, necesidades básicas de la vida. Sin embargo, las preferencias —no las necesidades—, son lo que nos preocupa hoy. Nos interesa el estilo personal, la apariencia, la satisfacción laboral, el poder adquisitivo, los hogares más grandes y los autos más nuevos. En nombre de una gran fe, incluso exigimos que Dios nos provea más milagros, más riqueza y más poder.
En medio de todo eso, las palabras de Pablo brindan una refrescante nota de seguridad y reprensión: «He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11). Él no le exigió a Dios nada, simplemente confió en la gracia que Él le proveía. Si recibía poco o mucho no le daba importancia. En cualquier caso estaba satisfecho y agradecido.
No seas víctima del espíritu de nuestra época. Considera las bendiciones de Dios por lo que son y alábale por su bondad constante. Al hacerlo, guardarás tu corazón de la insatisfacción y la ingratitud. Más importante aún, le darás gozo al que merece toda la alabanza.