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Por: R. C. Sproul.
Este artículo forma parte de la serie «Qué buena pregunta«
Desde luego, la primera cosa que quiero saber es: ¿Qué debo hacer para ver a Jesús? Quiero ver al Señor. En tiempos pasados les he preguntado a mis amigos y familiares: “Supón que después de tener la oportunidad de ver a Jesús en el cielo, él dijera: ‘Bueno, ahora puedes ver a tres personas que están aquí y pasar un tiempo hablando con ellos cara a cara.’ ¿A quién te gustaría ver?” La primera persona que quisiera ver sería mi padre. Este es uno de los grandes consuelos de la fe cristiana: tenemos la promesa de reunirnos con nuestros seres queridos que han partido antes. Después de ver a mi padre, me gustaría conocer al salmista David. Me gustaría conocer a Jeremías. Y la lista sigue.
Una de las primeras preguntas que voy a hacer es: “¿Quién escribió el libro de Hebreos?” ¡Me muero por saberlo! Otra pregunta: “¿De dónde procede el mal?,” porque no he sido capaz de descifrarlo. Y, por supuesto, querría saber: “¿Hay campos de golf aquí?”
Me gustaría estudiar pintura durante los primeros diez mil años, música durante los siguientes diez mil, literatura en los diez mil siguientes y continuar así absorbiendo todo lo que Dios haya hecho y todo lo que haya ordenado. Me encantaría sentarme allí y aprender teología con la plena seguridad de que nunca seré engañado ni cometeré errores, y que ya no voy a ver todo de manera imperfecta, como reflejos desconcertantes, porque ahora estaré en la presencia de la Verdad misma, en toda su pureza. Sin embargo, sospecho que aquellas cosas que pienso hacer tendrán que esperar a causa del puro gozo de estar en la presencia de Dios y disfrutar la visión beatífica, de ver a Cristo cara a cara. No sé si me cansaría de eso. Creo que estaría satisfecho haciendo solamente eso por la eternidad.
Tomado de ¡Qué buena pregunta! Copyright © 1996 por R.C. Sproul.