ÚNETE A NUESTRO GRUPO DE WhatsApp o Telegram. Y recibe materiales todos los días.
Por: John MacArthur
Este artículo forma parte de la serie de devocionales «Fortaleza para hoy»
«Que andéis … con toda humildad». EFESIOS 4:1-2
El primer paso de la humildad es comprender nuestra pecaminosidad.
Nunca olvidaré una reunión que tuve en mi casa con unos estudiantes de seminario. Un estudiante me preguntó, con mucha seriedad: «John, ¿cómo pudiste vencer al orgullo?». A lo que respondí, en broma: «Bueno, fue hace dos años, cuando le di unas patadas; y, desde entonces, no es problema para mí. Es maravilloso ser constantemente humilde». Por supuesto, no he superado completamente el orgullo; es una batalla que enfrento todos los días. Satanás se asegura de que siempre tengamos problemas con eso.
Superar el orgullo, aunque sea en una sola área, es difícil; pero Efesios 4:2 requiere «toda humildad». Tener humildad no es suficiente. Debemos tener total, absoluta y completa humildad en cada relación, cada actitud y cada acto.
Así que, tenemos mucho trabajo por hacer. Pero ¿por dónde empezamos? ¿Cómo podemos volvernos humildes?
La humildad comienza con la conciencia propia. Necesitamos vernos objetivamente. Podemos enmascarar lo que somos en realidad y convencernos de que somos algo maravilloso. Pero somos pecadores y necesitamos confesar nuestros pecados diariamente ante Dios (ver 1 Juan 1:9). Incluso Pablo se llamó a sí mismo el primero de los pecadores (1 Timoteo 1:15) y se dio cuenta de que aún no había alcanzado la meta de la semejanza a Cristo (Filipenses 3:12-14). Cuando tenga la tentación de sentirse orgulloso, recuerde que aún no ha llegado a la plenitud espiritual.
Y no caiga en la trampa de compararse con los demás. Pablo dijo: «Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos» (2 Corintios 10:12). Si queremos ser francos con nosotros mismos y con Dios, debemos evaluarnos con un estándar externo: el estándar de Dios. La humildad comienza cuando nos quitamos los lentes color rosa del amor propio para que podamos vernos a nosotros mismos como pecadores indignos. Debemos reconocer nuestras fallas y confesar nuestros pecados cada día.