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Por: Miguel Núñez
Este artículo forma parte de la serie «95 tesis para la iglesia de hoy» del Pastor Miguel Núñez
En la iglesia de hoy, muchos predicadores se avergüenzan de la cruz y no la predican por temor a ofender a los hombres
Basada en 1 Corintios 2:2
En la iglesia de los siglos veinte y veintiuno, muchos han decidido no hablar de la cruz de Cristo ni mucho menos de nuestra cruz, la cual debemos tomar cada día. Más bien, así prefieren hablar de parar de sufrir.
La cruz de Cristo está en el centro del mensaje del evangelio. Si hubo algo que la Reforma hizo fue rescatar el evangelio de manos de aquellos que lo habían pervertido.
La cruz de Cristo fue necesaria porque Adán arruinó la creación de una manera radical y generalizada. Y una depravación radical requiere una redención también radical. El predicador que deja fuera la cruz ofende la santidad de Dios. El predicador que no predica la cruz no tiene gratitud por lo que Cristo hizo por nosotros. El predicador que esconde la cruz esconde el amor de Dios. El predicador que deja fuera la cruz oculta la justicia santa de nuestro Dios. El predicador que deja fuera la cruz no tiene valoración por la gracia de Dios.
El predicador que deja fuera la cruz deshonra al Hijo y ofende al Padre. El apóstol Pablo escribió a los corintios diciéndoles: “Pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y Este crucificado” (1 Corintios 2:2). Por todo lo anterior, el evangelio de la cruz es nuestro mensaje y ningún otro.
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