Por: Andrew Murray
Este artículo forma parte de la serie: «120 meditaciones de Andrew Murray«
«Mi poder se perfecciona en la debilidad.» 2ª de Corintios 12:9
El cristiano a menudo trata de olvidar o de negar su debilidad. Dios, por el contrario, quiere que la recordemos y que ella constituya un pro- fundo sentimiento nuestro. El cristiano lamenta su debilidad, pero Cristo le enseña a decir: «Me regocijo en mis debilidades.» El cristiano piensa que su debilidad es el mayor estorbo en la vida de servicio a Dios; en contraste Dios le dice que ella es el secreto de su fortaleza y su éxito.
Toda nuestra vida y nuestro llamamiento como discípulos tiene su origen y garantía en estas palabras de Jesús: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28: 18). Lo que él hace en nosotros y a través de nosotros lo hace con todo poder. Lo que declara o demanda lo realiza él mismo con igual poder. Todo lo que da, lo da con poder. El creyente más débil puede tener la confianza de que sus peticiones de ser guardado del pecado y de crecer en santidad serán contestadas y realizadas con poder divino.
El creyente que confía vive la vida más gozosa y bendecida, no porque haya superado su debilidad sino porque, al ser definitivamente impotente, sabe que el poderoso Salvador obrará en él.
Reflexión: ¿Qué tan diferente de la nuestra es la perspectiva de Dios sobre la debilidad? ¿Qué debilidades necesita usted entregarle a Dios para que pueda obrar poderosamente en usted y a través de usted?