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Por: Richard Baxter

1 Pedro 2:11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma. 

En la lucha contra la carne, debemos considerar que, el apetito, por sí mismo, puede desear un objeto prohibido y hacerlo de manera inocente. Lo que está prohibido no es el apetito en sí mismo, sino el expresarlo de forma pecaminosa. Una persona con fiebre puede desear beber más de lo que legítimamente debería beber. Eso no es un pecado en sí mismo, pero seguir adelante y beber voluntariamente sí que lo sería. El pecado es beber, no la sed. No está dentro de nuestro poder el controlar el apetito. 

El que Adán tuviera apetito por la fruta prohibida no era pecado, sino el hecho de que obedeció a su apetito. El apetito es algo que nos da Dios. Sin embargo, desde la caída, el apetito se ha visto corrompido y se ha vuelto desordenado. Es más impetuoso, más violento e ingobernable de lo que era en el estado de inocencia. Este apetito desordenado se convierte en pecado al participar en él. 

El pecado y el hábito harán que el apetito se vuelva más grave, convirtiéndolo en peligroso. Si el caballo es tozudo y el cochero es negligente, el carruaje pronto volcará. Aunque una persona no tenga inclinación al mal en su razón, si deja de buscar cosas más elevadas será difícil que restrinja el apetito sensual. Este apetito se expresa con el término “carne” y es una facultad predominante en el ser humano,hasta tal punto que satisfacer la carne es el objetivo y la felicidad de los que no están santificados. El satisfacer el apetito, en sí mismo, no es bueno ni malo sino en tanto que esté ordenado o prohibido por alguna ley de Dios. Satisfacer la carne por medio de cosas prohibidas es sin duda pecado. Dar un valor excesivo a la satisfacción de la carne es pecado. Cuando un deseo de la carne es desordenado, es pecado. 

Cuando el satisfacer un apetito obstaculiza mi deber es pecaminoso. Para evitar agradar la carne pecaminosamente, busca el gozo en las cosas de arriba. Recuerda que Dios te dará más deleite, no menos, y que los placeres temporales están subordinados a los deleites celestiales. Ten cuidado. ¡La carne es el gran enemigo de tu alma

*Richard Baxter fue un pastor, teólogo y escritor puritano inglés. Es considerado hoy como uno de los pastores más influyentes de la historia, no solo por su trabajo de campo, sino también por sus escritos.


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