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Por: Paul D. Tripp.
Este artículo forma parte de la serie: «Nuevas Misericordias cada mañana» de Paul D. Tripp
Dios planeó que yo viviera en este mundo caído para producir añoranza, preparación y esperanza en mí.
No es natural para ninguno de nosotros pensar sobre nuestras vidas en esta forma, pero las dificultades que todos enfrentamos en este mundo caído no estorban el plan de Dios. No, de hecho son parte de él. No vives en el mundo por equivocación. Tu lugar en el mundo y las dificultades que enfrentas son exactamente como Dios los planeó. Las adversidades que encaramos entre el “aquí” y el “todavía no” no son señales de que la obra de redención de Dios ha fracasado, sino que son una herramienta importante en ella.
Lo que todos nosotros enfrentamos aquí y ahora es un proceso progresivo en el que se aclaran nuestros valores y se protege nuestro corazón. Dios utiliza a diario el estado caído del mundo para aclarar nuestros valores. ¿Por qué necesitas esto? Porque tú y yo batallamos para recordar lo que en verdad importa, es decir, lo que Dios dice que importa. Tú y yo le damos mucha importancia a ciertas cosas que en verdad no tienen valor y, cuando lo hacemos, estas cosas comienzan a demandar la atención de nuestros corazones. Debido a esto, Dios ha permitido que experimentemos por cuenta propia que las cosas físicas envejecen y se corrompen. Las personas a nuestro alrededor nos fallan. Las relaciones se vuelven amargas y dolorosas. Nuestros cuerpos físicos decaen. Las flores mueren y la comida se pudre. Todo esto sirve para enseñarnos que todas estas cosas son bellas y deleitables, pero no pueden darnos lo que todos buscamos — vida.
En este mundo que gime, Dios protege nuestros corazones. Nos protege de nosotros mismos. Nuestros corazones tienden a ser volubles. Podemos adorar a Dios un día, pero el siguiente le damos nuestro corazón a algo más. Así que, Dios, en Su amor, permite que pequeños trozos de la creación mueran en nuestras manos para que seamos liberados cada vez más de pedirle al mundo que nos dé lo que solo Él nos puede dar. Él usa la aflicción para protegernos de dar nuestro corazón a cosas que nunca satisfacen. Dios diseñó la adversidad para profundizar nuestro amor y adoración a Él. Todo tiene el propósito de magnificar nuestro gozo en Él. Y, al hacer eso, nos prepara para el momento en el que seremos libres de la trivialidad presente y en el que daremos todo nuestro ser en adoración a Él por siempre y siempre.
Tu Dios sabe que, aunque eres Su hijo, tu corazón es presto a divagar, así que, en Su gracia tierna y paciente, te mantiene en un mundo que te demuestra que solo Él es digno de la adoración más profunda.
Para profundizar y ser alentado: 1 Pedro 1:3-12