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Por: Tim Challies

En las últimas semanas, he tenido la oportunidad de relacionarme con hombres cristianos. En el camino he anotado algunas reflexiones que surgieron de esas conversaciones. Me gustaría  compartirlas hoy.

Mostrar la misericordia paternal de Dios

Haz una pausa para considerar el hecho de que Dios es un Padre y tú eres Su hijo. Ahora piensa en cuántas veces Dios te ha castigado o disciplinado de forma obvia por tu pecado, frente a cuántas veces te ha extendido misericordia y gracia, y te ha dado tiempo para corregir tu comportamiento pecaminoso. ¿Cuántas veces en tu vida Dios te ha afligido de forma clara con algún tipo de consecuencia negativa por tu pecado? ¿Cuántas veces has estado seguro de que Él ha intervenido providencialmente con algún tipo de dolor para cambiar tu mal comportamiento? Supongo que tu respuesta sería algo así como: “No muy a menudo, teniendo en cuenta lo pecador que soy”. Habiendo reflexionado sobre eso, contempla la forma en que crías a tus hijos y si reflejas una buena medida de la paciencia y la generosidad de Dios. ¿Tu paternidad sigue el modelo de la paternidad de Dios?

La amistad entre hombres

La sociedad que te rodea quiere que creas que los hombres no pueden tener amistades con otros varones, amistades que sean significativas, valiosas y emocionalmente íntimas, pero que no impliquen sexo ni ningún deseo de tenerlo. La sociedad pone en duda a Jonatán y David, a Frodo y Sam y a todos los demás, como si el amor entre hombres no pudiera ser totalmente verdadero y también totalmente puro. No te creas la mentira. Las amistades con otros hombres son preciosas y buenas y dan gloria a Dios. Serás un mejor hombre por “desnudar” tu corazón ante un amigo y permitirle que te conozca realmente como eres. Serás un mejor esposo, padre y miembro de la iglesia. Así que busca amistades e intimidad relacional con otros varones. Te alegrarás de haberlo hecho.

Y sobre el tema de la amistad, ¿por qué no hacer que tu objetivo en la amistad sea ayudar a tus amigos para que sean mejores? Hay muchas relaciones que pueden dejarnos igual o incluso peor. Pero las relaciones más valiosas son las que nos hacen mejores al proveer un ejemplo de piedad, al hablarnos la verdad y al desafiarnos o incluso reprendernos cuando sea necesario. Sé el tipo de amigo que se compromete a mejorar a tus amigos —y a tu esposa, a tus hijos y a las demás personas que te rodean—. Probablemente descubras que ellos hacen lo mismo contigo. Y sé consciente de que la forma de hacerlo es, ante todo, que tú crezcas en piedad, porque no puedes esperar de ellos lo que no estás dispuesto a hacer tú mismo. Haz que la gente que te rodea sea mejor siendo tú mejor.

Sobre la sexualidad

Gran parte del dolor que los hombres se provocan a sí mismos es el resultado de su sensación de creerse con todos los derechos cuando se trata de la satisfacción sexual. Por esa razón, una de las mejores y más piadosas cosas que puedes hacer es determinar que no experimentarás el placer sexual ilícito como expresión de esa sensación de que uno tiene derecho a todo. En otras palabras, no te masturbarás. Si haces ese compromiso y comienzas a trabajar a partir de ahí, puede que encuentres que tu deseo de mirar pornografía disminuye. Puede que descubras que tienes más cuidado con lo que ves en Netflix o con lo que ven tus ojos cuando estás caminando por ahí. Puede que descubras que tomas mejores medidas para proteger lo que ves y experimentas. Después de todo, ¿por qué ponerte nervioso cuando te has comprometido a no satisfacerte? Determina que, si Dios te ha proporcionado una esposa (o hasta que Dios te haya proporcionado una esposa), no experimentarás ningún placer sexual aparte de ella y que el cien por ciento de tu deseo y “energía” sexual estarán dirigidos a ella y solo a ella. Mantener ese compromiso será una de las mejores cosas que hagas (aunque también sea una de las más difíciles).

Liderar en la iglesia

La mayoría de las iglesias necesitan más líderes, no menos. La mayoría de las iglesias tienen muy pocos ancianos para proveer el nivel de atención espiritual que quisieran. Y, en general, todo lo que separa a un anciano de un no anciano es el carácter íntegro y el llamado. Los ancianos son hombres que se han dedicado a buscar un carácter piadoso y que tienen el deseo de servir en esa capacidad. Entonces, ¿qué es lo que te impide estar al menos calificado para ser un anciano? Si es la falta de integridad en el carácter, debes arrepentirte y comprometerte a crecer espiritualmente, ya que los ancianos no tienen requisitos de integridad diferentes a los de cualquier cristiano; simplemente son los que ejemplifican lo que la Biblia nos llama a ser. Si es el deseo, entonces, ¿por qué no lo conviertes en un asunto de oración y ves si Dios te da ese deseo? Porque casi todas las iglesias están ávidas de más hombres, no de menos.

Fomentar una buena la relación con tu hija

Ninguna relación en el mundo es tan preciosa y pura como la relación entre un padre y su hija. Así que trata a tu hija como la preciosa princesa que es. Sé amable, paciente y muy gentil con ella. Sí, tendrás que hablar de sus pecados y tendrás que castigarla o disciplinarla a veces —eso está ligado a tu paternidad, y ella te respetará por ello—. Pero eso debe hacerse siempre con mucho amor y ternura. En lugar de tratar de forzar su obediencia, atráela hacia ti y gánate su corazón. Nada ganará más su corazón que escucharla pacientemente y ayudarle a que se abra con constancia. Imagínate bailando con ella en su boda, imagínate cómo te mira en ese momento, y luego piensa: ¿Qué se necesita para que seas ese padre para esa hija? ¿Qué hace falta para que tu hija te mire de esa manera? Comienza a trabajar a partir de ahí.

Bendecir a otros en tu dolor

Puede llegar un momento en tu vida en el que experimentes una gran pérdida o una gran tragedia que afecte a una de las esferas en las que estás llamado a ser líder: tu familia, tu iglesia, tu negocio. En ese momento necesitas reflexionar sobre este hecho: a menudo, cuando estás más roto, es cuando más te necesitan. Es en medio de tu más profunda tragedia cuando tu liderazgo será más necesario y, en última instancia, más importante. En ese momento, tendrás que clamar por la sabiduría y la fuerza de Dios y luego liderar: liderar a través del valle oscuro, liderar a través del corazón roto, liderar a través de la terrible incertidumbre. No te permitas abandonar la carrera, ser inútil para aquellos que te necesitan y confían en ti. El Dios que te llamó a liderar es el Dios que te equipará y capacitará. ¡Puedes hacerlo!

Cuidar de tu esposa

Tu esposa es una hija de Dios. Y de la misma manera que puedes confiar a tu hija a un hombre, Dios te ha confiado a Su hija, para tu amor, tu cuidado y tu protección. Esto debería evocar gratitud en tu corazón, porque Dios te ha proporcionado un regalo que es extremadamente precioso para Él. Esto también debería provocar un serio examen de conciencia para considerar si estás tratando a tu esposa de la manera en que Dios desearía que Su hija fuera tratada. ¿Sabe ella que la amas, que te gusta y que la aceptas? ¿Sabe ella que realmente la aprecias? ¿Sabe ella que la protegerás, incluso (y quizás especialmente) de su propio pecado? ¿Das las gracias a Dios por haberte provisto un regalo tan precioso?

Aprende a aceptar la complementariedad entre hombres y mujeres como una característica y no como un defecto de nuestra humanidad, incluso cuando esa complementariedad parezca difícil o molesta. Cada uno de nosotros tiene la sensación de que nuestras esposas serían más fáciles de amar y nos darían más alegría si fueran un poco más parecidas a nosotros. Esta sensación puede ser prominente cuando hay una gran cantidad de diferencias: en cómo experimentamos las alegrías y las penas, en cómo procesamos las emociones, en la frecuencia con la que expresamos el interés sexual y las formas en que podemos expresarlo, etc. Sin embargo, las diferencias entre los sexos es una característica de nuestra humanidad y Dios no ha cometido ningún error al crearnos como lo hizo. Sométete a Su propósito y reconoce que, si tu esposa cambiara en los aspectos que deseas, sería para tu perjuicio más que para tu beneficio.

Ama a tu familia, al amar al Señor

Es un gran tributo para un hombre cuando su familia lo reconoce por su compromiso con la Biblia, con la oración y con la iglesia local. Los regalos, las vacaciones y las herencias están muy bien, pero no hay mejor legado que puedas dejar a tus hijos que ser un hombre que realmente ama al Señor y ha vivido para Su gloria. Este legado está inseparablemente ligado a una larga dedicación a las Escrituras, a la oración y a un compromiso constante con la iglesia local. Que la gente te conozca por esto.

Publicado originalmente en Challies.

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