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“Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan” (Mt. 6:28).
“No trabajan ni hilan”
Los lirios “no trabajan ni hilan”. El Salvador aquí nos pide que tomemos nota de que los lirios no tienen preocupaciones. No trabajan para poder obtener su ropa, como tenemos que hacerlo nosotros. Esto es prueba de que Dios mismo les provee lo que necesitan y los viste con gran atractivo. Este hecho se nos presenta con fuerza para enfatizar nuestro deber de vivir con contentamiento, confiando en la providencia generosa de Dios sin distraernos con preocupaciones… Aunque nadie, pretendiendo confiar en la providencia de Dios, puede vivir sin hacer nada, ni descuidar los medios lícitos comunes para obtener cosas honestas y necesarias, Cristo da aquí la seguridad a todos los que confían en él y le sirven que, aunque todo lo demás les falle, él suplirá sus necesidades. Si por enfermedad, accidente o vejez ya no podemos trabajar, Dios no dejará que nos falte la ropa que necesitemos.
“Ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”
“Pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos” (Mt. 6:29). Con estas palabras, Cristo reprende esa necedad de los vanidosos que motiva a tantos a hacer un ídolo de su vestuario…Es de notar que al mencionar el esplendor real con que se vestía Salomón, no lo condenaba…Aunque la Palabra de Dios reprende el orgullo y el exceso en el vestir, permite que príncipes y personas de alcurnia usen atuendos extraordinarios y costosos.
¡Qué fatuo es presumir por poder vestir ropa fina y dar tanta atención a nuestro aspecto personal! Porque aunque hayamos hecho todo lo posible de presentarnos [con vivos colores] y atractivos, nos falta mucho para ser como las flores del campo con sus admirables vestidos. ¿Qué tela o seda es tan blanca como los lirios, qué púrpura puede competir con las violetas, qué escarlata o rojo es comparable a las rosas u otras flores de ese color? El trabajo del artesano puede lograr mucho, pero nada es comparable a las bellezas de la naturaleza. Por lo tanto, si no podemos [competir] con las hierbas del campo que pisoteamos y echamos al horno, ¿por qué hemos de engreírnos con alguna ostentación en nuestra manera de vestir?…
Desgraciadamente, la depravación y perversidad humana es tan grande que convierte en una ocasión para alimentar su vanidad y su exhibicionismo lo que debiera ser motivo de humillación y degradación. Si consideramos debidamente el propósito correcto y principal de la ropa, no podemos menos que humillarnos y avergonzarnos cuando nos la ponemos, en lugar de sentirnos satisfechos con nuestro llamativo vestuario. El vestido para el cuerpo es para cubrir la vergüenza de la desnudez que nos causó el pecado. No siempre fue así, porque está escrito acerca de nuestros primeros padres antes de la Caída: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (Gn. 2:25). Vestido, entonces, es una cobertura de nuestra vergüenza, la marca de nuestro pecado y no tenemos más razón de sentir orgullo por lo que vestimos que la que tiene el criminal de sus grilletes o el demente de su camisa de fuerza; así como estas son señales de haber actuado mal o de padecer demencia, es el vestido la señal de nuestro pecado.
“Ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”. Sin duda lo que Salomón vestía debe haber sido espléndido. Dueño de [ilimitada] riqueza, dueño de una flota de barcos que le traían productos de muchos países, nada faltaba para hacer que su corte fuera de excepcional esplendor y gran pompa. Sin duda, aparecía en las reuniones del estado con las vestiduras más ostentosas e imponentes, pero por más lujosamente que se vistiera, distaba mucho de tener la hermosura de los lirios. Matthew Henry muy bien ha dicho: “Seamos pues más ambiciosos por tener la sabiduría de Salomón que era sin igual —sabiduría para cumplir nuestro deber en nuestro lugar— que la gloria de Salomón que era sobrepasada por los lirios. El conocimiento y la gracia son la perfección del hombre, no la hermosura y mucho menos la ropa fina”. A lo que agregamos, busquemos revestirnos “de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 P. 5:5) en lugar de una lujuria semejante a las plumas del pavo real.
Tomado de Studies in the Scriptures (Estudios en las Escrituras), a su disposición en inglés en Chapel Library.
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*A.W. Pink. Fue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas