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Por: Thomas Brooks
Ningún hombre es menos amado por Dios porque es tentado. Aquellos a quienes Dios ama más, generalmente son los más tentados. Dan testimonio de esto David, Job, Josué, Pedro, Pablo, y sí, Cristo mismo, quien, así como fue amado por encima de todos los demás, así mismo fue tentado por encima de todos los demás. Fue tentado a cuestionar Su condición de Hijo de Dios; fue tentado a la peor idolatría: a adorar al diablo mismo; fue tentado a la mayor infidelidad: a desconfiar de la providencia de Su Padre; a usar medios ilegítimos para los suministros necesarios; y a suicidarse: «¡Échate abajo!» (Mt. 4:6).
Dios solo tuvo un Hijo sin corrupción, pero no tuvo ninguno sin tentación. Aquellos que una vez fueron gloriosos en la tierra, y ahora están triunfando en el cielo, fueron severamente tentados y atacados por Satanás. Es tan natural y común que los mejores santos sean tentados, como lo es que el sol brille, el ave vuele y el fuego arda. El águila no se queja de sus alas, ni el pavo real de su serie de plumas, ni el ruiseñor de su voz, porque son naturales para ellos. Así mismo, los santos no deben quejarse más de sus tentaciones, porque son naturales para ellos.