Por: George Whitefield
Este artículo forma parte de la serie: 365 días con George Whitefield
Persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor. 2 Timoteo 3:11
Cuando nuestro Señor tuvo a bien adoptar la forma de un siervo y predicar el Reino de Dios, aprovechó todas las oportunidades que tuvo en público, y especialmente en privado, para advertir a sus discípulos de que no buscaran grandes cosas para sí mismos y para ponerlos sobre aviso de las muchas angustias, aflicciones y persecuciones que podían esperar soportar por causa de su nombre.
El gran apóstol Pablo, siguiendo los pasos de su bendito Señor, se preocupa especialmente, entre otras admoniciones apostólicas, de advertir a Timoteo de las dificultades a las que debe esperar enfrentarse en el ministerio: <<También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios» (2 Timoteo 3:1-4).
Sin embargo, para impedir que se venga abajo ante su oposición, le dice que, aunque Dios, en su sabiduría, permitió a esos falsos maestros ofrecer oposición durante un tiempo, ya no llegarían más lejos: <<Mas no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquellos» (2 Timoteo 3:9). Y, a continuación, para infundir más ánimo a Timoteo, le muestra su propio ejemplo: «Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia…» (2 Timoteo 3:10a). Y luego, para que Timoteo no piense que se trataba únicamente del caso concreto de Pablo, escribe: <<Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Timoteo 3:12).