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Por: Thomas Brooks
Este artículo forma parte de la serie: Enmudecido bajo la disciplina de Dios.
Consideren que la murmuración hace la vida del hombre espiritualmente miserable. Cada murmurador es su propio verdugo. La murmuración aflige el corazón, desgasta y desgarra el corazón, enfurece e inflama el corazón, hiere y apuñala el corazón. Cada murmurador es su propio mártir. Y cada murmurador es un asesino mata a muchos a la vez, es decir, su alegría, su consuelo, su paz, su descanso y su alma.
Ningún hombre es más internamente miserable como el murmurador; ningún hombre tiene tales quejas y angustias internas como él, tal amargura y pesadez interna como él, tales disputas y combustiones internas como él. Cada murmurador es su propio atormentador. La murmuración es un fuego interior que lo quemará todo, es un terremoto interior que lo derrumbará todo, es una enfermedad interior que lo infectará todo, es un veneno interior que lo consumirá todo.