Por: Andrew Murray
Este artículo forma parte de la serie: «120 meditaciones de Andrew Murray«
«Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó… Y Jesús le dijo: Vé y haz tú lo mismo.» Lucas 10:33-34,37
La compasión es el espíritu del amor que se despierta a la vista de la necesidad o la desdicha. ¡Cuántas oportunidades hay todos los días de practicar esta virtud celestial, y cuánta necesidad hay de ella en un mundo tan lleno de infelicidad y pecado! Por lo tanto, cada cristiano debe cultivar, mediante la oración y la práctica, un corazón compasivo como una de las señales más valiosas de semejanza con el divino Maestro.
Las oportunidades para mostrar compasión abundan a nuestro alrededor. Están los pobres y los enfermos, las viudas y los huérfanos, los angustiados y abatidos, personas que más que cualquier otra cosa necesitan el refrigerio que un corazón compasivo les puede brindar. Ore fervorosamente pidiendo tener un corazón compasivo que esté siempre listo para ser un instrumento de la compasión divina. Fue la simpatía compasiva de Jesús lo que atrajo a tantos hacia él cuando estuvo en la tierra. Esa misma compasiva sensibilidad atraerá todavía a la gente hacia usted y hacia su Señor.
Reflexión: ¿Qué le inspira compasión a su corazón? ¿De qué maneras puede demostrar la compasión de Cristo a alguien en su esfera de influencia esta semana?