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Por: A. W. Pink

El caso de un reincidente es mucho más serio que el que «fuere sorprendido en alguna falta» (Gálatas 6:1). Porque con él no es un asunto de algo repentino y un tropiezo, sino más bien de un constante deterioro y alejamiento del Señor. Ni es, en sus primeras etapas abiertamente manifestado, y por lo tanto sus hermanos pueden ser muy inconscientes de ello. Una gangrena secreta sin atención médica que lo ha infectado por completo: se ha dado a un espíritu de negligencia y de auto satisfacción. Cuando se da cuenta por primera vez de su situación, en vez de alarmarse, él lo ignora; en vez de caer en llanto delante de Dios, él continúa con su carnalidad, hasta que sus gracias queden inoperantes y todo poder para resistir al diablo se haya ido. Tal situación entristece al Espíritu Santo, Sus influencias son retiradas y Su consuelo quitado. De hecho, hay grados de reincidencia: con algunos es parcial, con otros es total; no obstante, para el santo es imposible determinar en cuál de los dos casos está alguien; tampoco hay nada en las Escrituras que dé una garantía o seguridad a la persona que está en dicho estado o que lo haga ver a la ligera sus pecados, todo lo contrario.

Completamente triste es el caso de la persona que continúa por un tiempo en un estado de reincidencia. Él ha disgustado a Dios, deshonrado a Cristo, en muchos casos se ha convertido en una piedra de tropiezo para los cristianos, en especial para los más jóvenes. Se ha hecho miserable. Ha pecado y no se ha arrepentido; se ha apartado de Dios y no lo ha confesado. Anteriormente, caminaba en alegre comunión con Dios, la luz de Su rostro brillaba sobre él, y la paz que sobrepasa todo entendimiento poseía su alma. Pero ahora el gozo de la salvación ya no está en él. Ha perdido su gusto por la Palabra, y la oración se ha convertido en una carga. Está fuera de contacto con Dios, debido a sus iniquidades se ha separado de Él (Isaías 59:2), y no encuentra descanso para su alma. Ha sido afectado por el mundo y ahora no puede encontrar satisfacción ni en las cosas carnales que los impíos hacen. «De sus caminos será hastiado el necio de corazón; pero el hombre de bien estará contento del suyo» (Proverbios 14:14): de otra manera no puede ser, porque él ya no tiene ningún placer en los caminos de Dios. Sus propias rebeliones lo reprenden, para que sepa y vea que «cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios» ( Jeremías 2:19), y de ese modo perder lo mejor de Dios.

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*A.W. PinkFue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas


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