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Por: John MacArthur
Este artículo forma parte de la serie de devocionales «Fortaleza para hoy»
«Humillaos delante del Señor, y él os exaltará». SANTIAGO 4:10
Dios otorga generosamente toda bendición espiritual a los humildes.
Aquellos que son escrituralmente humildes reconocerán su indignidad cuando vengan ante Dios. Serán como el profeta Isaías que, al ver a Dios, se maldijo a sí mismo: «¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isaías 6:5). Cuando vea quién es Dios en realidad, infinitamente santo, soberano, poderoso, majestuoso y glorioso, todo lo que puede ver usted en sí mismo es su propio pecado.
Cada vez que Isaías o cualquier otra persona en el Antiguo Testamento se encontraban cara a cara con la realidad de la presencia santa de Dios, quedaban abrumados por el miedo. El pecador, en presencia de un Dios santo, es vencido por su sentimiento de pecaminosidad y tiene todas las razones para temer. Lo mismo sucedía en el Nuevo Testamento, como cuando los discípulos temieron después que Jesús calmó la tormenta en el Mar de Galilea: «Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?» (Marcos 4:41). Si somos humildes ante el verdadero Dios, tendremos la misma respuesta.
Pero Dios no nos deja abatidos ni acobardados por el miedo. Santiago nos asegura que el Señor exaltará a los humildes. Y si somos humildes en espíritu y salvos por gracia, seremos santificados y finalmente glorificados. El apóstol Pablo lo resume muy bien en Efesios 2:4-7: «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús».