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Por: Thomas Watson.
Este artículo forma parte de la serie: Todo obra para bien.
1. La tentación envía al alma a la oración. Cuanto más furiosamente tienta Satanás, más fervientemente ora el santo. El ciervo, al recibir el dardo, corre más rápido hacia el agua. Cuando Satanás dispara sus dardos ardientes al alma, esta corre más rápidamente al trono de la gracia. Cuando Pablo tuvo al mensajero de Satanás que lo abofeteaba, dijo: «Tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí» (2 Co. 12:8). La tentación es una medicina para la seguridad carnal. Lo que nos hace orar más, obra para bien.
2. La tentación de pecar es un medio para evitar la perpetración del pecado. Cuanto más es tentado un hijo de Dios, tanto más lucha contra la tentación. Cuanto más tienta Satanás a la blasfemia, tanto más tiembla un santo ante tales pensamientos, y dice: <<Vete, Satanás». Cuando la amante de José lo tentó a la locura, cuanto más fuerte fue su tentación, más fuerte fue su oposición. Esa tentación que el diablo usa como acicate para pecar, Dios la convierte en freno para apartar al cristiano de ella.
3. La tentación obra para bien, pues abate la hinchazón del orgullo. <<Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee» (2 Cor. 12:7). La espina en la carne era para pinchar la hinchazón del orgullo. Mejor es la tentación que me humilla que el deber que me envanece. Antes de que un cristiano se ensoberbezca, Dios le dejará caer un tiempo en manos del diablo para que se cure de su hinchado orgullo.
4. La tentación obra para bien, pues es una piedra de toque para probar lo que hay en el corazón. El diablo tienta para engañar, pero Dios permite que seamos tentados para probarnos. La tentación es una prueba de nuestra sinceridad. De
muestra que nuestro corazón es casto y leal a Cristo, cuando podemos mirar una tentación a la cara y darle la espalda. También es una prueba de nuestro valor. <<Efraín fue como paloma incauta, sin entendimiento» (Oseas 7:11). Así puede decirse de muchos: no tienen corazón para resistir la tentación. Apenas llega Satanás con su cebo, ceden; como un cobarde que, en cuanto se acerca el ladrón, le entrega su bolsa. Pero el cristiano valiente es aquel que blande la espada del Espíritu contra Satanás, y prefiere morir antes que ceder.
Nunca se vio tanto el valor de los romanos como cuando fueron asaltados por los cartagineses: nunca se ve tanto el valor y el coraje de un santo como en el campo de batalla, cuando lucha contra el dragón rojo y, por el poder de la fe, pone en fuga al demonio. Esa gracia es oro probado, que puede resistir en la prueba de fuego, y resistir los dardos de fuego de Satanás.)
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*Thomas Watson. Predicador Puritano inglés, del que se ignora su genealogía y la fecha de su nacimiento. Estudió con ahínco en el Emmanuel College de la Universidad de Cambridge, llamada la “Escuela de los Santos”, porque allí recibió su educación universitaria un número elevado de los llamados Puritanos, o teólogos evangélicos reformados del siglo XVII
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