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Por: A. W. Pink
El gran, pero simple secreto de la vida espiritual saludable y próspera es continuar como se comenzó (Colosenses 2:6): al confiar cada día en la suficiencia de la sangre de Cristo y sometiéndonos a Su señorío, buscando agradarle y honrarle en todas las cosas. El creyente debe andar con Cristo en el camino de la obediencia, siguiendo el ejemplo que Él dejó, para que la paz posea su alma y el gozo su corazón, y la sonrisa de Dios este sobre él. Pero a menos que él, por gracia, cumpla esas condiciones, tales cosas no serán su porción.
Si el creyente no se preocupa por mantener una relación diaria con Cristo ni por disfrutar de Su plenitud, si falla en la tarea de alimentarse cada día con la Palabra y se vuelve menos frecuente su acercamiento al trono de gracia, entonces el pulso de su vida espiritual será cada vez más irregular. A menos que medite a menudo en el amor de Dios y mantenga fresco la humillación y los sufrimientos de Cristo en su corazón, sus afectos se enfriarán pronto, el disfrute de las cosas espirituales menguará, y la obediencia no será fácil ni tan agradable. Si tal declive espiritual es rechazado o excusado, no pasará mucho tiempo antes de que el pecado que mora en nosotros gane ventaja sobre sus gracias, y su corazón se deslice más y más a la carnalidad y a la mundanalidad. Los placeres mundanos que antes repugnaban y se identificaban como vanidades, comenzarán a ser atractivos. Las cuestiones mundanas que habían sido sólo un medio se convertirán en un fin, absorbiendo más y más su atención y obteniendo más valor ante sus ojos. Las preocupaciones mundanas que se habían dado al Señor, ahora le oprimirán y cargarán. Y a menos que haya humillación de sí mismo ante Dios, él se encontrará pronto abiertamente en los caminos de la transgresión ¡La apostasía siempre comienza en el corazón!
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*A.W. Pink. Fue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas