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Por: Archibald Alexander
Es probable que se cometan más pecados y se haga más daño con este pequeño miembro que de cualquier otra manera. La facultad del habla es uno de nuestros dones más útiles, sin embargo, es sumamente propenso para cometer abusos. Es por esta razón que, en las Escrituras, el que sabe controlar su lengua se le denomina como “un varón perfecto” (Stg. 3:2).
De igual manera, se afirma sobre el que “se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua”, que “la religión del tal es vana” (Stg. 1:26). Las palabras que proferimos son un buen índice del estado moral de nuestras mentes. “Porque por tus palabras —dice nuestro Señor— serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt. 12:37).
Los pecados de la lengua no son solamente más numerosos que otros, sino que algunos de ellos son los más atroces que el hombre puede cometer, hasta ese pecado que no tiene perdón es un pecado de la lengua (Mt. 12:32).
No solamente debes rechazar toda profanación, obscenidad y mentira; sino que también debes empeñarte, de manera continua, para ser útil en tu conversación. Debes estar siempre preparado para impartir conocimiento, sugerir ideas provechosas, recomendar la virtud y la fe cristiana, reprender el pecado y dar gloria a Dios. Guárdate de la maledicencia.
El hábito de la difamación está entre los peores que se puedan contraer y siempre indica un corazón envidioso y maligno. En vez de prostituir este miembro activo y útil al servicio de la calumnia, empléalo para defender al inocente e injuriado.
Permíteme sugerir las siguientes reglas breves para el gobierno de la lengua. Evita [el hablar demasiado]: “En las muchas palabras no falta pecado” (Pr. 10:19). Si no tienes algo útil que comunicar, mejor guarda silencio. Piensa antes de hablar… En especial, ten cuidado de decir cualquier cosa en forma de promesa sin antes reflexionar. Respeta escrupulosamente la verdad… nunca digas algo que pueda fomentar malos sentimientos de cualquier índole en la mente de otras personas. Debes estar listo para expresar buenos pensamientos cada vez que la ocasión lo permita, especialmente aquellos que puedan ser útiles para los jóvenes.
Escucha las opiniones de otros respetuosamente, pero sin dejar nunca de dar testimonio —con modestia, pero también con firmeza— en contra del error. “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal… ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Col. 4:6; Ef. 4:29).
Artículo tomado de la Revista Portavoz de la Gracia No. 39. puede descargarla HACIENDO CLIC AQUÍ
*Archibald Alexander (1772-1851): Teólogo americano presbiteriano, profesor principal de Princeton Seminary (Seminario de Princeton); nacido en Augusta County, Virginia. Foto de Photo By: Kaboompics.com
Ciertamente es asi, es importante saber refrenar nuestra lengua, hablar con sabiduría que todo lo que salga de ella glorifique a nuestro Señor y sea de edificación para otros creyentes e incrédulos, gloria a Dios.