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Por: J.C. Ryle

“No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Esta lección que tenemos delante es de gran valor práctico. Haremos bien en recordarla en nuestro viaje por la vida y en corregir el concepto que tenemos de las personas y las cosas bajo la luz que nos proporciona.

Demasiado a menudo nos dejamos engañar por las apariencias de bien. Corremos el peligro de considerar muy buenos cristianos a algunos hombres debido a una minúscula profesión religiosa externa y a su formalidad dominical; en resumidas cuentas, debido a que hablan el idioma de Canaán y llevan túnica de peregrinos. Olvidamos que no es bueno todo lo que lo parece, igual que no es oro todo lo que reluce; y que las prácticas, las elecciones, los gustos, la conducta y el carácter personal son la verdadera evidencia de lo que hay en una persona. En pocas palabras, olvidamos la afirmación de nuestro Señor: “No juzguéis según las apariencias”.

Por otro lado, nos dejamos engañar muy fácilmente por la apariencia de maldad. Corremos el peligro de considerar que algunas personas no son cristianas a causa de algunos errores o ciertas incoherencias, y de “[hacer] pecar al hombre en palabra” (Isaías 29:21). Debemos recordar que aun los mejores hombres no son más que hombres en su mejor expresión y que aun los santos más eminentes pueden sucumbir a la tentación y, no obstante, seguir siendo santos en lo más profundo de sí mismos a pesar de todo. No debemos apresurarnos a suponer que dondequiera que haya alguna manifestación ocasional de maldad todo es malo. El más santo de los hombres puede caer lamentablemente durante un tiempo y, no obstante, la gracia que hay en él obtendrá finalmente la victoria. ¿Es piadoso el carácter general de un hombre? Entonces abstengámonos de juzgarle cuando caiga y mantengamos la esperanza. Juzguemos “con justo juicio”.

En todo caso, asegurémonos de juzgarnos a nosotros mismos con rectitud. Independientemente de lo que pensemos de los demás, cuidémonos de no cometer equivocaciones con respecto a nuestro propio carácter. Seamos justos, honrados y rectos en eso. No nos engañemos a nosotros mismos creyendo que todo va bien porque a los hombres les parece bien. “Jehová —recordémoslo— mira el corazón” (1 Samuel 16:7). Juzguémonos, pues, con juicio justo y condenémonos a nosotros mismos mientras vivamos, no sea que en el día postrero el Señor nos juzgue y condene para siempre (1 Corintios 11:31).

*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo. 


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