Por: Max Lucado
La sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Santiago 3.17
El corazón de Jesús era puro. Miles adoraban al Salvador, sin embargo, se contentaba con vivir una vida sencilla. Era objeto del cuidado de las mujeres (Lucas 8.1–3), pero nunca se le acusó de abrigar pensamientos lujuriosos; su propia creación lo menospreció, pero estuvo dispuesto a perdonarlos aún antes de que solicitaran su misericordia. Pedro, quien anduvo con Jesús por tres años y medio, lo describió como un «cordero sin mancha y sin contaminación» (1 Pedro 1.19).
Luego de pasar la misma suma de tiempo con Jesús, Juan concluyó diciendo: «Y no hay pecado en él» (1 Juan 3.5).
El corazón de Jesús tenía paz. Los discípulos se inquietaron por la necesidad de alimentar a miles, pero Jesús no. Él dio gracias a Dios por el problema. Los discípulos gritaron atemorizados en la tormenta, pero Jesús no. Él dormía tranquilamente. Pedro sacó una espada para combatir a los soldados, pero Jesús no. Él extendió su mano para sanar. Su corazón tenía paz.